La habitación de la bebé quedó perfecta.
El solo hecho de pararse bajo el umbral de la puerta y mirar el interior le daba una sensación de paz que la envolvía completamente.
La pared principal estaba pintada en un rosa empolvado que recordaba a las mejillas de un bebé. Las otras paredes estaban cubiertas con un papel tapiz delicado, con un sutil patrón floreado en tonos crema y melocotón.
En el centro se encontraba la cuna de madera blanca y de listones claros. Combinaba armoniosamente con el resto del espacio. Cajones, alfombra, peluches, todo iba a juego con el color.
—Hiciste un increíble trabajo —le felicitó una voz masculina que le hizo estremecer. Solo escucharlo hizo que sus hormonas se alterarán.
Su cuerpo sabía bien qué quería.
Ella también.
—Hola —lo saludo, girándose delicadamente. Últimamente se la pasaba ocupado trabajando y no siempre venía al departamento. Quizás también en parte era porque sabía que estaba acompañada todo el día por su Nana, Laura y José.