El beso fue un roce breve, suave, casi tímido, como si aún estuviera probando los límites de su propia decisión.
¿Qué estaba haciendo?
¿Por qué lo estaba besando?
Era como si dos entes diferentes estuvieran enviándole señales que no coincidían entre sí.
Uno le decía que siguiera adelante, que era su esposo, que merecía otra oportunidad. Mientras, que por otro lado, le decía que no, que no debía olvidar lo que le había hecho: el engaño, la manipulación, su secuestro.
El punto era que ella no quería escuchar a ninguno de los dos. Deseaba quedarse suspendida en el aire, donde la voluntad vencía al resentimiento, aunque fuera por unos segundos.
Percibió como el cuerpo del hombre se tensaba, como si una corriente eléctrica lo hubiera atravesado de punta a punta.
Sus manos fuertes se elevaron con urgencia, tomándola del rostro con una necesidad que no podía contener. Respondió al beso con el fuego de quien ha esperado demasiado tiempo por un poco de agua en medio de un desierto.
Y aunq