Esa mañana tenía una consulta médica, y la sola idea de ver y escuchar a su bebé la emocionaba en sobremanera.
Se colocó un vestido suelto que le permitiera estar cómoda y salió del edificio para encontrarse con su guardaespaldas, que ya la esperaba.
Le abrió la puerta del auto y ella se acomodó en el asiento trasero, llevando instintivamente la mano al vientre. Su bebé se movía mucho últimamente. A veces le parecía increíble todo lo que había vivido en tan poco tiempo, algo que pensó que no viviría nunca.
El recorrido lo pasó así, en silencio, sumergida en los recuerdos y en el futuro que le esperaba al lado de su bebé. En ese momento no había Alberto ni Eros que le perturbara. Solamente era ella, la futura madre, ilusionada de acudir a su consulta médica.
Pero cuando llegaron al hospital y subieron al piso de obstetricia, su cuerpo se tensó por completo al encontrarse de frente con Eros.
El hombre estaba justo frente a la puerta del consultorio. Iba con un traje oscuro y esa mirada