“¡Dame una oportunidad!”
¿Era en serio?
Apenas llegó al departamento, lo primero que deseo fue olvidar el extraño episodio que penosamente había tenido que vivir con Alberto.
Su guardián dejó las bolsas del mercado sobre la encimera, mientras ella se quitaba los zapatos con pesadez. Tenía los pies hinchados, el vientre le pesaba y la cabeza le dolía desde hacía un rato. Solo quería acostarse, darse una ducha y cerrar los ojos.
Pero entonces su pesadilla parecía no haber terminado.
Hacía mucho tiempo que había cambiado de número de teléfono, pero Alberto se las ingenio para mandarle un correo electrónico.
Solo leer el remitente le revolvió el estómago.
Abrió el mensaje con el ceño fruncido, sintiendo esa mezcla de fastidio que no la abandonaba desde que lo había visto en el supermercado.
“Te vi salir del centro comercial.
Qué bonita te ves, Rubí.
Embarazada estás más hermosa aún.
Me alegra saber que tu problema de infertilidad se resolvió.
Es una señal… quizás el universo n