Limpiándose las lágrimas bruscamente con el dorso de la mano, entró a su habitación para sacar una maleta del armario.
¿Cuántas decepciones podía soportar una persona en la vida?
Ella ya había perdido la cuenta de las que había vivido.
Dolor y más dolor.
Su vida parecía girar en medio de ese tormentoso ciclo.
Y honestamente estaba cansada de llorar, de ser engañada, de ser utilizada…
Comenzó a guardar su ropa con manos temblorosas y el cuerpo siendo sacudido por los espasmos del llanto. Realmente quería ser más fuerte, quería que ya nada pudiera lastimarla tanto.
Pero el sufrimiento en su caso no parecía tener un final.
De repente, escuchó el sonido de la puerta, siendo asegurada desde afuera. Se giró y se acercó a la misma casi corriendo.
«¡La habían encerrado!», pensó con desesperación cuando se dio cuenta de que, por más que giraba el pomo, esta no cedía.
—¡Ábranme! —gritó dando manotazos contra la madera—. ¡Auxilio! ¡Sáquenme de aquí!
No hubo respuesta.
Fueron más de quin