Después de años en el extranjero, Margaret vuelve a casa para la boda de su hermana Emily, solo para enfrentar una fría recepción por parte de su familia. Cuando Emily le pide desesperadamente que la ayude a concebir un hijo para su futuro esposo, Margaret se niega, incapaz de aceptar tal petición. Pero la revelación de la infertilidad de Emily y la presión de su madre por preservar la estabilidad familiar la obligan a aceptar, sacrificando su propia felicidad. Atrapada en una red de secretos y deseos prohibidos, Margaret oculta su , y una vez que da a luz, oculta la verdadera identidad de su hijo mientras reside en la casa de su hermana y su esposo. Sin embargo, un encuentro con su cuñado desencadena una serie de eventos que revelan una verdad: su cuñado, Emiliano, sospecha sobre su maternidad. Mientras lucha por mantener su mundo aparentemente perfecto, Margaret se enfrenta a la infidelidad de su hermana expuesta en los medios, desatando un torbellino de emociones y problemas, que pueden llevarla a alejarla de su hijo.
Leer másEl zumbido del avión era un eco constante en los oídos de Margaret mientras observaba cómo las nubes se deslizaban bajo las alas. Regresaba a casa después de años en el extranjero, un retorno que debería haber sido motivo de alegría, pero en cambio dejaba un sabor amargo en su boca. ¿Por qué ahora? Se preguntó, mientras el paisaje cambiaba de azul a un océano de nubes y finalmente a la tierra que conocía tan bien.
Margaret nunca había sido la favorita en su familia. Siempre había sido la que se quedaba atrás, la que no encajaba en el molde que sus padres y hermanos habían creado para ella. La decisión de enviarla al extranjero, lejos de todo lo que conocía, había sido solo una confirmación más de su insignificancia en el esquema familiar.
Pero ahora, de repente, la invitaban de vuelta. Una invitación para la boda de su hermana, un gesto que le había dejado perpleja. ¿Por qué ahora, después de todo este tiempo?
El avión aterrizó con un suave golpe, trayéndola de vuelta a la realidad. Margaret recogió su equipaje y se dirigió hacia la salida, donde una ráfaga de aire fresco la recibió. El familiar olor a hogar la envolvió mientras tomaba un taxi hacia la casa familiar.
Al llegar, Margaret se encontró con una bienvenida fría. Sus padres apenas la miraron cuando entró por la puerta, ocupados con los preparativos de la boda. Sus hermanos la saludaron con indiferencia antes de volver a sus quehaceres.
Se sentía como una extraña en su propio hogar, una sensación que la había acompañado durante toda su vida. Pero lo peor estaba por llegar.
Esa noche, después de la cena, Margaret y su hermana, Emily, se encontraron a solas en la sala de estar. Margaret había estado esperando este momento, esperando que Emily finalmente le explicara por qué la habían invitado de vuelta.
— Es bueno que hayas venido — dijo con una voz fina y maliciosa.
— ¿Me dirás por qué? — preguntó la joven Margaret, cohibida por la mirada que le daba su hermana mayor.
Emily suspiró.
— Margaret, necesito hablarte de algo — comenzó Emily, su voz odiosa y mandona.
Margaret la miró expectante, preguntándose qué podría ser tan importante.
— Me estoy casando — anunció Emily, jugueteando nerviosa con el anillo en su dedo.
Margaret contuvo el aliento, sorprendida por la noticia.
— ¿Y por qué debería importarme? — preguntó, incapaz de ocultar su amargura.
— No me interesa que te importe — admitió Emily, bajando la mirada —, pero necesito tu ayuda, lamentablemente.
Margaret se sintió como si hubiera sido golpeada en el estómago. ¿Ayuda? ¿De ella? Después de años de ser ignorada, ahora su hermana la necesitaba. Era irónico.
— ¿Qué tipo de ayuda? — preguntó con cautela, sintiendo que ya sabía la respuesta.
Emily levantó la mirada, sus ojos llenos de angustia falsa. Habían pasado los años, y seguía siendo igual.
— Necesito que seas mi sustituta — dijo con voz temblorosa —. Necesito que tengas un hijo por mí.
El mundo de Margaret se detuvo en ese momento. ¿Cómo podía su propia hermana pedirle algo así? ¿Cómo podía esperar que sacrificara su propia vida por ella?
Pero mientras miraba a los ojos suplicantes de Emily, Margaret sintió una mezcla de dolor y compasión. A pesar de todo, seguía siendo su hermana, y no podía ignorar su sufrimiento.
— No puedo aceptar algo así, Emily. Eso es demasiado… demasiado vil — gimió.
Entre todas las cosas, esto era lo más descabellado que su hermana le había pedido. Era… ni siquiera tenía palabras.
— Por favor, Margaret — dijo, intentando parecer dolida ante mis palabras —. Ni siquiera tienes novio para que pueda impedirte darle un hijo a mi futuro esposo.
— Pero será también mi hijo, Emily. Lo siento, busca a otra persona para este juego maquiavélico.
— Pero…
Antes de que Margaret pudiera responder, la puerta se abrió de golpe y su madre entró en la habitación, su rostro pálido y marcado por la preocupación.
— ¿Qué está pasando aquí? — preguntó su madre, su voz temblorosa con emoción reprimida.
Pero era falso, pues aquella mujer que fingía estar cansada, era más malvada que el mismo diablo.
La nochebuena estaba en su apogeo en el acogedor departamento de Margaret. La mesa estaba bellamente adornada con velas y adornos navideños, y estaba repleta de deliciosos platillos tradicionales. Margaret, sentada en la cabecera de la mesa, miraba a su alrededor con una sonrisa nostálgica. A su lado estaban sus amigos más cercanos, Lily y Sofía, y su hermano Armando. Aunque algunos familiares habían decidido pasar las fiestas fuera de la ciudad, el cálido ambiente en su hogar era innegable.— Es una noche estupenda, Marge. Estoy feliz de pasarla con ustedes — dijo Lily, rompiendo el silencio con una sonrisa.Margaret la miró con cariño y recordó un momento del pasado.— ¿Recuerdas cuando tropecé con el pastel? — preguntó Margaret con una sonrisa traviesa.Lily rio, recordando claramente aquel día.— ¡Ese fue uno de los días más vergonzosos y felices desde que te conocí! — dijo Lily entre risas —. Su cara estaba repleta de masa con chantillí.Armando, fingiendo estar ofendido, intervi
Margaret se encontraba en su habitación, preparándose para ir a la oficina. La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor. Se miró en el espejo, alisando su blusa con las manos mientras pensaba en la reunión importante que tenía ese día. De repente, un dolor agudo bajo el vientre la hizo doblarse de dolor.— ¡Mierda! — masculló entre dientes. Habían pasado tres semanas y media, casi cuatro, lo que significaba que su bebé ya quería estar en el mundo —. ¡Armando! — llamó, esperando que apareciera rápidamente —. ¡Armando!Su hermano apareció en la puerta, con una expresión de preocupación en su rostro.— ¿Qué sucede que gritas tan temprano? — preguntó, pero guardó silencio cuando vio a su hermana encorvada, sosteniéndose de la pared —. ¿Sucede algo?— Ya viene... — gimió Margaret, con el rostro contorsionado por el dolor —. Ya viene el bebé.Armando se alarmó y rápidamente se acercó a ella, guiándola hacia la salida de la casa. Su corazón
El tiempo parecía correr a gran velocidad en la vida de Margaret. Su embarazo avanzaba rápidamente, y su barriguita ya era notoria. Pronto, estaría dando a luz. En la oficina, Armando, su hermano, estaba sentado en el sofá, observándola mientras ella revisaba unos documentos detrás del escritorio.— ¿Exactamente de cuánto estás? — preguntó Armando, rompiendo el silencio.— Treinta y cinco semanas — respondió Margaret sin levantar la vista de los papeles. En su mente rondaba la extraña forma en que la empresa de Emiliano seguía funcionando sin él. No es que le molestara, pero hasta ahora, no había conocido al nuevo director.— Explícame... — pidió su hermano, trayéndola de nuevo a la realidad.Finalmente, Margaret levantó la cabeza y lo miró.— Si todo sale bien, en cuatro semanas estará con nosotros — respondió.— ¿Y si no sale bien? — cuestionó Armando, con una mirada preocupada.— Se darán cuenta — respondió ella, dejando los documentos y recostándose en la silla —. Estoy bien, Arman
El día del cumpleaños de Emanuel había llegado, y aunque no era una celebración de lujo como las que los ricos suelen organizar, era lo suficientemente especial para pasarla bien. El lugar estaba decorado con motivos de una caricatura animada que al pequeño le encantaba. Los invitados eran los niños del orfanato y algunos amigos cercanos de la empresa, creando un ambiente cálido y familiar.Margaret llegó al orfanato con su bebé en brazos y su hermano Armando a su lado. La directora del orfanato los recibió con una sonrisa cálida.— Todo está listo, señorita Torres — dijo la directora, con una mezcla de gratitud y admiración en su voz.Margaret simplemente sonrió, agradecida por la oportunidad de traer un poco de alegría a los niños del orfanato.— Gracias por traer alegría a todos los niños de aquí. No todos hacen lo que tú estás haciendo — añadió la directora.Margaret sonrió nuevamente y bajó a Emanuel para que pudiera correr y jugar con los otros niños. La felicidad que irradiaba
Un mes había pasado desde que Margaret había vuelto a su rutina en la oficina, intentando retomar el control de su vida y sus responsabilidades. Las cosas parecían estar bajo control. Su amiga Lily pronto volvería a su casa para hacerse cargo de sus propias responsabilidades, y su hermano Armando, cada vez más absorto en sus propios asuntos, se ausentaba con mayor frecuencia. A pesar de todo, Margaret mantenía una apariencia de estabilidad, pero en su mente, la sensación de que todos lo habían olvidado no dejaba de rondar.Aquella mañana, Margaret se dirigía a la oficina del Grupo De Lucca, una visita que había estado posponiendo durante semanas. Al entrar al edificio, los empleados la saludaron con respeto y le dieron acceso directo al piso presidencial. Al adentrarse en la caja metálica del elevador, cerró los ojos por un breve momento, permitiéndose imaginar que al abrirse la puerta lo vería allí, esperándola. Pero eso no fue posible.Las puertas se abrieron y quien estaba al otro l
Margaret estaba sentada en una de las frías sillas de la sala de espera de la clínica. El ambiente a su alrededor era tranquilo, pero en su interior, una tormenta de emociones rugía. A su lado, Armando caminaba de un lado a otro, incapaz de quedarse quieto. La emoción burbujeaba en su ser, recordándole la primera vez que se enteró de que iba a ser tío. Pero esta vez, la tensión palpable en el aire le hacía sentir algo diferente.— Así que, ¿esto es lo que se siente? — cuestionó, con los ojos llenos de un brillo que ni siquiera Margaret tenía en ese momento.— ¿Sentir qué? — preguntó Margaret, mientras Lily, sentada a su lado, contenía las ganas de carcajearse del hombre más temido que conocían.— La tensión de saber si estás o no… ya sabes —dijo Armando, buscando las palabras adecuadas.— ¿Embarazada? — completó Margaret, con una mirada inquisitiva. Armando asintió, con una sonrisa que iluminaba su rostro —. Es la misma emoción de siempre.Esa respuesta no es la que esperaba, aunque n
Último capítulo