Luci Bronw una chica carismática, alegre y dinámica. le gusta mucho la danza contemporánea y de hecho desde muy pequeña está en clases de ella. ojos grandes y verdes, cabello rojizo y rizado y en su cara salpicaban varias pecas que la hacían lucir más hermosa. tiene una pequeña hermana llamada Danna de 7 años, siempre se apoyan una a la otra y más porque Dana tiene problemas auditivos. pero eso no le impidió a hacer amistades en el colegio. luci tiene muchas compañeras pero la que realmente considera su mejor amiga es Paula, una chica morena de ojos almendrados igual de carismática y alegre que Lucy. la madre de Lucy era un poco distante con ellas siempre andaba de fiesta y se conseguía un hombre nuevo cada mes. su padre se fue antes de que naciera así que ni siquiera sabía cómo era su rostro. eran una familia muy difusional. Todo cambió cuando Lucy tiene un accidente en un automóvil y pierde por completo su memoria después de ese día muchos secretos mentiras y más confusiones llenaron la vida de Lucy donde poco a poco ella investigar a la realidad de los hechos.......
Leer másMis ojos pesan como si llevaran el peso de un mundo entero, y me resulta casi imposible abrirlos. Hay un miedo abrumador que me embarga, y no tengo la más mínima idea de dónde me encuentro. La presión en mi cabeza es tortuosa, como si cada pulso estuviera a punto de hacer estallar algo interno. Siento un tubo grueso que atraviesa mi boca y se adentra en mi garganta... ¿Estoy en un hospital?
Mis inquietudes comienzan a desvanecerse cuando el insistente bip de una máquina que monitorea los latidos de mi corazón resuena con fuerza. Mi pulso es rápido, acelerado por la impotencia de no poder mover ni un solo dedo. Una ola de desesperación me inunda, y una lágrima solitaria se desliza por mi mejilla; estoy sola aquí, aterrorizada en una habitación que carece de familiaridad, mientras nadie parece saber que he despertado. Mi corazón comienza a calmarse levemente al escuchar el sonido de una puerta abriéndose. -Vamos a ver cómo está Lucy hoy -dice una voz suave, casi maternal. Deseo fervientemente poder hablarle, comunicarle que soy consciente, que puedo escucharla; sin embargo, mi cuerpo se siente rígido, inmóvil como una estatua de piedra. -Parece que la hinchazón en tu cerebro ha disminuido bastante. Pronto podrás despertar, mi pequeña pelirroja. El miedo se apodera de mí otra vez; no quiero que se marche y me deje sola en esta penumbra. Un grito ahogado se forma en mi interior, un deseo desesperado de que no se aleje. La enfermera está a punto de irse, pero en un instante de valentía que brota del fondo de mi ser, ajusto mi almohada como si eso pudiera aliviar mis inquietudes. -Pobre niña, estás llena de moretones. Pareces una uva por todos los golpes que tienes, pero pronto estarás mejor -murmura, pasando suavemente su mano por mi mejilla con un gesto tierno. Cuando nota la humedad de mis lágrimas, su expresión cambia rápidamente. -¡Oh Dios mío! Sé que me puedes escuchar, Lucy. Tranquila, podrás abrir los ojos de nuevo, pero aún no. Te daré un calmante para el dolor. Debes estar sintiendo molestias en cada parte de tu cuerpo. Y, efectivamente, olas de dolor me atraviesan. Sin embargo, en este momento, la certeza de que la enfermera ha comprendido mi conciencia me trae un atisbo de alivio. -Todo saldrá bien, mi niña; con este calmante dormirás de nuevo. Al despertar, puede que aún no puedas abrir los ojos. Despertar de un coma no es fácil, pero tú estás progresando muy bien. ¿Un coma? ¿He estado en coma? La confusión es abrumadora, y mi mente es como un lienzo en blanco: no puedo recordar nada. Ni siquiera sé si ese es mi nombre. La enfermera me llama "Lucy," así que eso es lo que asumo que soy. Busco en mi mente un atisbo de recuerdos, alguna imagen familiar, pero todo está perdido en la bruma de mi olvidada subjetividad. Me siento más cansada que nunca y, sin querer, caigo en un profundo sueño. ................................ Despierto con un pitido familiar, aunque abrir los ojos todavía me cuesta. El tubo ha desaparecido; solo siento una ligera corriente de oxígeno que entra por mi nariz. Hago un esfuerzo titánico para intentar abrir los párpados. Poco a poco, la luz intensa me ciega momentáneamente, pero mis ojos se van acostumbrando. Al mirar a mi alrededor, me encuentro desconcertada. Esto no es un hospital... estoy en una habitación que parece una versión íntima de un centro médico, pero con un ambiente hogareño. Casi me sobresalto cuando siento una mano pequeña tocando la mía. Dirijo la mirada a mi derecha y veo a una hermosa niña de ojos aceituna junto a mí. Parece que se ha asustado por mi reacción, porque da un pequeño paso atrás. Nos miramos en silencio, incapaces de comunicarnos debido a mi voz aún ausente. Tras un momento de duda, ella comienza a hacer gestos con las manos, pero no comprendo sus señales. Frustrada, gira los ojos hacia arriba y se marcha a buscar un lápiz y papel. Cuando regresa, empieza a escribir con una letra infantil: **Soy tu hermana**. La miro, confundida. No tengo ningún recuerdo de ella. Ella se da cuenta de mi desconcierto y añade rápidamente: **¿No recuerdas nada?** Sacudo la cabeza con desasosiego. Luego, toma otra hoja y escribe: **No recuerdo ni mi nombre.** La tristeza aparece en sus ojos al leer mi respuesta, como si mis palabras desnudaran una parte de su propia historia. De repente, la puerta se abre y entran la enfermera y dos adultos más. -¡Qué alegría que despertaste, Lucy! -exclama la enfermera, su tono rebosante de calidez. Asiento con la cabeza, pero intento hablar y solo consigo emitir un susurro inaudible. -No, querida, aún no puedes hablar. Tus cuerdas vocales necesitan tiempo para recuperarse -explica la enfermera con dulzura, mientras comienza a examinarme. Al finalizar, me entrega una hoja y un lápiz. -¿Qué es lo último que recuerdas? -me pregunta de nuevo. Obedientemente escribo: **Nada, no recuerdo ni mi nombre.** La enfermera frunce el ceño, notoriamente alarmada por mi respuesta. Tras una pausa, toma un respiro profundo y se dirige a mí suavemente. -Tu nombre es Lucy Brown. Aquella pequeña en el sillón es tu hermana, se llama Danna. Estas personas aquí son tus padres: Teresa y Henry Brown. Simplemente asiento, sintiéndome vacía. Mi madre se acerca con un aire preocupante. -¿En serio no recuerdas nada? -su voz es un susurro lleno de angustia. Retomo el lápiz y escribo: **No recuerdo sus rostros... son unos desconocidos para mí.** La enfermera se inclina hacia mí, su mirada llena de empatía. -No te asustes, Lucy. Tus recuerdos volverán, poco a poco. Será fundamental que vayas a un psicólogo, ¿sí? Pasaste por un momento muy traumático y eso puede ayudarte a recuperar lo que has perdido. Conozco a varios colegas que pueden asistirte. Mi madre añade con una mezcla de ternura y preocupación: -Ya sabíamos lo del psicólogo. Tu padre es especialista en psicología y psiquiatría, así que las consultas serán con él. -Excelente entonces. Lucy, estaré a tu cuidado hasta que te recuperes por completo. Mi nombre es Elena, por cierto. Escribo en mi hoja: **Un gusto, eres muy amable.** -Te traeré un poco de sopa para que comas y luego descansarás. Mientras comes, puedes ver una película -dice la enfermera con una sonrisa cálida. Mis ojos brillan de entusiasmo ante la idea. Todos salen de la habitación, excepto Danna. Ella se acerca tímidamente a mi cama y me entrega un pequeño papel que dice: **¿Puedo quedarme contigo a ver una película?** Le sonrío y le respondo: **Me encantaría, así no me siento sola.** Danna, mostrando un brillo de esperanza, arrastra un pequeño sofá que había en la esquina y lo coloca cuidadosamente cerca de mi cama. Elena regresa con la comida para ambas. Decidimos juntos qué película ver, y al final elegimos "Piratas del Caribe". Preparo los subtítulos, anticipando un rato divertido. Escribo en un papel: **¿Por qué los subtítulos?** Ella responde, sencilla y directa: **Soy sorda de nacimiento. Antes nos comunicábamos en lenguaje de señas, pero como ahora no recuerdas nada, no podemos.** Le pregunto en un papel: **¿Puedes enseñarme de nuevo?** Su rostro se ilumina con una gran sonrisa y asiente con entusiasmo. Pasamos la tarde sumergidas en la atracción de la película, riendo y comentando los momentos más emocionantes, hasta que, finalmente, el cansancio me vence y caigo en un profundo sueño una vez más. Corro y corro sin parar, como si el mundo detrás de mí estuviera en llamas. Mis pies descalzos se hunden en el barro, un lodo espeso que me atrapa y me ralentiza. El vestido que llevo puesto está desgastado y rasgado; parece haber sido víctima de una feroz batalla, como si hubiera luchado con un león y hubiera salido apenas con vida. Mis piernas ya no pueden soportar la presión del esfuerzo, la fatiga se acumula en cada fibra de mi ser, pero sigo adelante. No puedo darme por vencida, no ahora que el miedo me impulsa. Estoy huyendo, pero de algo o de alguien que permanece en la penumbra, un misterio que se cierne como una sombra sobre mi conciencia. La sensación de terror me paraliza mientras intento anticipar lo que está detrás de mí. Con un movimiento furtivo, torciendo el cuello, logro vislumbrar a través de un velo de adrenalina y ansiedad. Una figura enorme se recorta contra la oscuridad; su presencia es imponente. Aunque se encuentra a cierta distancia, puedo escuchar cómo sus pasos resuenan con una claridad inquietante, cada vez más ágiles que los míos. Aunque mis instintos claman por mantener la calma, una punzada de desesperación se apodera de mí al darme cuenta de que, lentamente, está alcanzándome. La figura lleva una máscara que oculta cualquier rastro de humanidad, un pasamontañas que convierte su rostro en una mera silueta. Su identidad es un enigma aterrador, un rostro que se niega a revelarse. La mezcla de la oscuridad y mi miedo me impide entender quién, o qué, se oculta en esa sombra, pero eso no disminuye mi temor. Me esfuerzo por concentrarme, por mantener mis pasos ligeros y rápidos, pero en mi distracción no veo la gran rama que se interpone en mi camino. De pronto, el suelo me traiciona y caigo, el impacto reverbera en mi cuerpo. Siento la fría mano del atacante en mi tobillo, un agarre helado que parece extraído de una pesadilla. Un escalofrío recorre mi columna, paralizándome. Trato de gritar, de liberar toda la terrorífica angustia que me consume, pero mi voz se queda atrapada en mi garganta, como si el miedo la hubiera ahogado antes de que pudiera salir. La oscuridad se cierne sobre mí, y una sensación de impotencia se apodera de mi ser. De repente, despierto sobresaltada en mi cama, el corazón latiendo desbocado contra mi pecho. Gracias al cielo, solo fue un horrible sueño. Pero, ¿por qué soñé eso? ¿Qué significado tiene esta pesadilla aterradora? Mi mente divaga, tratando de encontrar respuestas en medio de esta confusión abrumadora. Las imágenes del sueño se deslizan lentamente, pero la sensación de pavor permanece. Recuerdo mi accidente, esas dudas que nunca han sido respondidas, esa sensación de desconexión. ¿Cómo es que terminé en coma? Las preguntas sin respuesta me rodean como fantasmas inquietantes. Trato de calmarme, de ignorar la inquietud que se acumula en mi pecho. Sin embargo, la realidad sigue ahí, insistente, recordándome que hay algo oscuro que acecha en las sombras de mi memoria. La confusión se mezcla con la ansiedad, y una pregunta me atormenta: ¿Qué me sucedió realmente?.Lucy despertó lentamente, sintiendo cómo la luz del sol filtraba su calidez a través de las cortinas de la habitación. Había pasado una larga noche de sueño reparador, y un profundo suspiro de alivio escapó de sus labios al abrir los ojos. A su lado, su hermana menor, Danna, estaba sumida en un sueño apacible, con el rostro sereno y la boca entreabierta. Lucí se quedó quieta durante unos segundos, observando a la pequeña y dulce niña que, aunque ya no era tan pequeña, seguía evocando en ella un profundo sentido de protección y amor. Han pasado ya siete años desde aquel torbellino de problemas que casi les arrebata la felicidad. Y, a pesar de la distancia que había ido creando entre ella y su madre, la sombra del pasado aún persistía en su corazón. No era fácil olvidar, mucho menos perdonar. Lucy sentía aversión hacia las memorias que la habían llevado a alejarse de su madre, y aunque había decidido no volver a contactarla, a veces, la ira y el rencor amenazaban con resurgir. En su in
Cuando recobré la conciencia, supe que no estaba sola. Mis amigos me rodeaban: Paula, Dylan, Daniel y Danna. Sus rostros estaban dibujados por una mezcla palpable de preocupación y miedo, como si la atmósfera a nuestro alrededor se hubiera cargado de una tensión inquebrantable. Era evidente que habían presenciado los aterradores videos que había encontrado, y el horror compartido en sus miradas decía más que mil palabras. En aquel instante, comprendí que la revelación de aquellos secretos oscuros había transformado nuestra realidad para siempre.-¿Estás bien? -preguntó Paula, su voz temblorosa resonó en mi mente, llena de inquietud y empatía.-Yo... no sé ni cómo sentirme -respondí, luchando por encontrar las palabras adecuadas mientras mi mente se debatía entre la confusión y la angustia.Danna, mi pequeña hermana, se abalanzó sobre mí, envolviéndome en un abrazo cálido y protector que intentó ahogar el miedo que amenazaba con consumirnos. Su fragilidad contrastaba con la gravedad de
Estaba aún en el auto con Paula, Daniel, Dilan y mi hermana Danna. El aire estaba tenso, y mi corazón latía con fuerza, resonando en mis oídos como un tambor implacable tras todo lo que había ocurrido ese día. La revelación de las mentiras de mi padrastro, Henry, sobre la muerte de mi madre me había dejado en un estado de confusión y rabia.Apenas llegamos a casa, abrí la puerta con una mezcla de ansiedad y determinación palpitante en mi pecho. Había hecho una copia de la llave un tiempo atrás, un pequeño susurro de precaución que ahora se sentía como la carta ganadora en un juego inesperado. Mi hogar, ese refugio que alguna vez me brindó calor y paz, ahora se asemejaba más a una prisión, un lugar del que debía escapar urgentemente.-¡Esperen aquí! Iré rápidamente por el dinero -dije, tratando de sonar firme a pesar de que mis manos temblaban ligeramente.-Está bien, nena, aquí estaremos -respondió mi mejor amiga Paula, con esa voz tranquilizadora que siempre había sabido calmar mis t
Había pasado ya una semana desde que estas vacaciones, que se suponían ser una escapada divertida y despreocupada, se habían convertido en una prisión de lujo. Cada día, Henry nos llevaba a pasear a lugares ostentosos, como si pensara que un desfile de tiendas caras y restaurantes elegantes pudiera deslumbrarme. Era un intento obvio de soborno emocional, de comprar mi complicidad con joyas brillantes y experiencias extravagantes. Pero mi corazón permanecía cerrado; lo que había hecho a mamá era una herida que no sanaría tan fácilmente.Después de un largo día de compras, donde intenté adquirir los aretes y collares más caros, deslumbrantes y cargados de diamantes, planeaba una fuga audaz. La idea de empeñarlos para conseguir un poco de dinero extra me llenaba de una mezcla de adrenalina y esperanza. Quería escapar de Henry y comenzar una nueva vida, lejos de su control y de sus manipulaciones.Lo irónico de toda la situación era que Henry realmente creía que podía hacerme feliz con su
Me encuentro en un lugar oscuro y frío, una sensación extraña invade mis sentidos mientras giro lentamente la cabeza, tratando de entender mi entorno. Al parecer, estoy en un sótano que, a pesar de su atmósfera opresiva, lleva consigo un aire de lujo olvidado. Las paredes están revestidas con un acabado elegante, pero el silencio y la penumbra oscurecen cualquier destello de belleza que pudiera haber. La única fuente de luz es una lámpara de mesa que parpadea tenuemente, proyectando sombras inquietantes en las paredes.A mi alrededor, una cama grande e imponente se erige en un rincón, pero lo que más llama mi atención es una puerta entreabierta: parece conducir a un baño. Sin embargo, no hay ventanas; la oscuridad es una manta pesadamente tejida que no deja pasar ni el más mínimo rayo de luz. Un sudor frío recorre mi espalda mientras me doy cuenta de mi posición. Estoy sentada en una silla, y al tratar de levantarme, un tirón en mi pierna derecha me recuerda con una crueldad inexplica
Me encontraba sumida en mis pensamientos, con el corazón latiendo desbocado en mi pecho. Un torbellino de emociones ocupaba mi mente. Hace apenas unas semanas, había esparcido las cenizas de mi madre en el mar, un acto que, aunque doloroso, me había brindado un cierre. Pero hoy, la noticia que había recibido me dejaba en estado de shock: ella estaba viva. La incredulidad me empujó a realizar un gesto casi instintivo; presioné suavemente mi brazo, como si necesitara el pellizco de la realidad para darme cuenta de que no estaba soñando.En medio de esa confusión, la voz de la enfermera rompió el silencio:-Señorita, ¿está lista para entrar?En ese momento, un mar de dudas me recorrió. ¿Realmente estaba preparada para enfrentar lo que pudiera hallar dentro de aquella habitación? La incertidumbre me envolvía, y una serie de preguntas asaltaban mi mente. ¿Era realmente mi madre la persona a la que iba a encontrar? Todo parecía un sueño extraño, una cruel broma del destino. Pero, por otro l
Último capítulo