HARPER
Era como sostener una bomba de tiempo entre mis manos; incluso podía escuchar el tic-tac resonando en mi cabeza. Si el primer golpe estallaba, no sería solo una pelea: sería la declaración de una enemistad entre hermanos. Y cuando todos empezaran a buscar respuestas, no tardarían en llegar al verdadero motivo. Yo… terminaría con un blanco grabado en mi espalda.
Dylan se enderezó, remangándose la camisa con un ademán brusco, como si intentara recuperar la compostura que acababa de perder. Pero la furia en sus ojos lo traicionaba.
—¿Y quién carajos te crees tú para meterte en esto? —espetó con desprecio, alzando el mentón—. Ella es mi prometida, no la tuya.
La mandíbula de Dante se contrajo, y su sonrisa torcida me heló la sangre.
—¿Y eso la hace de tu propiedad?
Dylan apretó los puños.
—Bien, veo que quieres hacer esto. Entonces… Adelante —espetó, dando un paso hacia del