Me quedé paralizada, como si el aire se hubiera detenido en mis pulmones. La música seguía sonando, los invitados reían, las copas tintineaban, y sin embargo, todo alrededor se volvió un eco distorsionado.
—Dylan… —susurré, tratando de que mi voz no se quebrara, aunque ya lo había hecho.
Él no se detuvo, siguió caminando. Su actitud me resultaba tan extraña que el dolor de su agarre en mi codo pasó a ser secundario.
Mientras avanzaba con pasos rápidos, aunque controlados para no parecer que tenía prisa, su expresión permanecía neutral. No obstante, yo podía ver el enojo desmedido