Mi cabeza era un torbellino de pensamientos, dudas y miedos. Mi cuerpo estaba tan rígido que mis músculos dolían.
Dylan había logrado bajar mi falda un poco más abajo de mi cintura. Desesperada, lo agarré de los hombros intentando apartarlo sin parecer brusca, pero era inútil.
Mis piernas chocaron con el borde de la cama y finalmente los labios de Dylan me soltaron para bajar por mi cuello.
Abrí mi boca buscando oxígeno.
—D-dylan… —intenté hablar, sin embargo, mi voz se quebró, atrapada en el nudo de mi garganta.
—Shh, mi amor —murmuró Dyl