Verde jade.
Así son sus ojos. Intensos, profundos pero pálidos, como si pudieras ver a través de ellos. Siempre brillan, como la mirada de un cazador. Sin embargo, esta noche… ¿Por qué están tan apagados? ¿Por qué son tan duros como esa piedra preciosa?
Quizás no esperaba verme. Quizás, al igual que yo, también luchaba con la sorpresa de este encuentro. O sencillamente, había logrado mi cometido, él… Me odiaba.
—¡Por dios! ¿¡Qué hacen aquí!? —la voz de mi madre, sorprendida, me sacó del trance, rompiendo el silencio sepulcral en la sala.
Me obligué a parpadear y aparté la vista de él.
Mi madre