Leonor tenía las manos frías, demasiado frías, como si la sangre hubiera decidido abandonarla junto con la calma que antes intentaba sostener.
Aún sus lágrimas bajaban por sus mejllas ante la vista de las enfermeras qué se cuestionaban aquel enfrentamiento entre Emily y ella. No era de esperarse qué rumores se hubieran esparcido entre los médicos y enfermeras.
Leonor intentaba mantener sus lágrimas controladas cada que alguien pasaba frente a ella, sin poder lograrlo.
Tenía un día y medio de estar en el hospital y ya los problemas habían llegado sin pedirlos o buscarlos.
Miró el reloj y ya era medio día. No había comido, no había dormido todavía, aunque no tenía ganas siquiera de probar algún bocado.
Quitó su mirada para observar el lugar por donde llegarían sus padres, allí solo había una conserje qué limpiaba el piso.
La sala de espera olía a desinfectante, a limpio; ese olor característico de todos los centros médicos.
Suspiro y volvió su mirada hacia sus zapatos sucios. Es