El Gran Salón del Trono había sido limpiado de los escombros del ataque, pero las cicatrices permanecían como recordatorios silenciosos de la noche que había cambiado todo. Las columnas de mármol mostraban grietas que corrían como venas negras, y los vitrales habían sido reemplazados por paneles de madera que convertían la luz dorada habitual en una penumbra perpetua. Isabella observó desde el trono que ahora ocupaba —un mueble que aún le resultaba extraño y demasiado grande— como los nobles se reunían en grupos susurrantes que se dispersaban cuando su mirada se posaba sobre ellos.
Habían pasado tres días desde la muerte de Lord Darius Blackthorne, tres días desde que la revelación de su verdadera identidad como heredera legítima había sacudido los cimientos de Eldoria. Y en esos tres días, el reino se había frac