Amara Laveau lo tiene todo: belleza, éxito y el talento único para diseñar las prendas más codiciadas del mundo. Pero hay algo que no puede controlar: el mandato de su padre. Para heredar la prestigiosa empresa familiar, deberá casarse en menos de 30 días, un desafío que pone en juego no solo su futuro profesional, sino también su libertad. Desesperada, encuentra una solución audaz en el lugar menos esperado: Liam Kane, su imponente y enigmático guardaespaldas, un exmilitar con un pasado tan marcado como su sentido del deber. Él necesita el dinero, y ella, un esposo. Así nace un acuerdo: un matrimonio por contrato, sin emociones ni compromisos. Pero mientras enfrentan la presión de los medios, la intromisión de la familia y la chispa de los celos, lo que empezó como un frío pacto comienza a derretirse bajo el fuego de una atracción irresistible. Las líneas entre lo profesional y lo personal se difuminan, y ambos descubren que el amor verdadero no sigue reglas ni contratos. Sin embargo, el amor no basta para escapar del peso de los secretos que los persiguen. Con el reloj avanzando y las sombras del pasado al acecho, ¿podrán Amara y Liam forjar un futuro juntos? CONTRATO DE ACERO es una apasionante historia de amor, sacrificio y redención que demuestra que, a veces, el mayor riesgo es abrir el corazón.
Leer másDe pronto, se detiene frente a un guardia joven que parece nervioso. Sus dedos juegan con el auricular del comunicador, sus ojos se desvían demasiado hacia las puertas. Carlota lo observa un segundo más de lo necesario, con la dureza de un halcón que escruta a su presa. –Número siete –dice con voz baja, sin apartar la vista de él. – Reporte de tu sector.El muchacho se sobresalta y responde rápido: –Todo en orden, señora. Ninguna anomalía detectada.Carlota no le cree del todo. Avanza un paso más, inclinándose lo suficiente para que solo él la escuche. –Escúchame bien –susurra, con un filo helado en la voz. – En esta iglesia no hay margen de error. No hay espacio para distracciones. Si tu pulso tiembla en el momento equivocado, si tu dedo no aprieta el gatillo cuando deba hacerlo… no solo vas a condenarnos a todos, vas a condenar a los que más amo en este mundo. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?El guardia asiente, pálido, tragando saliva. Carlota le da una última mirada y se en
El amanecer cae sobre la ciudad con un manto de neblina grisácea, como si hasta el cielo supiera que ese día no podía traer calma. Nada reluce, nada canta: es un día suspendido entre la promesa y el presagio.En la mansión, la preparación para la boda se siente más como un operativo de guerra que como la antesala de un juramento de amor. Guardias recorren pasillos con pasos marciales, sus botas retumban sobre el mármol como tambores de campaña. Las radios crepitan con códigos de seguridad; voces firmes anuncian claves, confirmaciones, movimientos. Puertas blindadas se cierran y abren con contraseñas numéricas que cambian cada hora.Carlota, impecable en su traje oscuro, no parece una dama de honor, sino una general en pleno campo de batalla. Su auricular transmite órdenes cortantes que ejecuta con precisión quirúrgica. Nada escapa a su mirada acerada: vigila el perímetro, coordina las posiciones, estudia la logística como si estuviera desplegando una tropa en tierra hostil. Incluso
Se levanta lentamente, con movimientos calculados, como una fiera que mide a su presa. Camina hacia él con pasos lentos, felinos, marcando un compás de amenaza.Liam no retrocede, pero sus ojos se endurecen. La tensión entre ambos se convierte en un campo minado: basta una palabra mal dicha para detonar la explosión.Kate se detiene a un metro de distancia, tan cerca que Liam puede sentir el calor de su respiración, tan lejos que aún queda espacio para la mentira. Sus ojos lo miran fijos, huracanes contenidos a punto de arrasar con todo. –La mayor traición que recibí en toda mi existencia fue la tuya –dice finalmente, y su voz, aunque quebrada por un dolor antiguo, tiene una firmeza que corta como un cuchillo. –Nunca amé a nadie más, Liam. Nunca. Siempre estuviste por encima de todo: de mis ambiciones, de mi orgullo, incluso de mi propia vida. Siempre te puse primero. Siempre.Ella tiembla apenas, pero no aparta la mirada. Su respiración se acelera, su rostro se contrae en un gesto
Liam, con los ojos inyectados en sangre y las manos crispadas en puños, da un paso hacia Amara. Su respiración es la de un hombre que viene conteniendo demasiadas verdades. –Carajo, Amara –su voz truena como un disparo. – dímelo de una maldita vez.Ayslin, desbordada de rabia, se une al ataque. Da un paso al frente, señalando a Amara con un dedo que tiembla de ira. –¡Amara, habla! –ruge, como si esas palabras pudieran derribar cualquier muro de silencio.Sophie, que hasta entonces había intentado mantener un hilo de calma, pierde la paciencia. Golpea la mesa con fuerza y se acerca a Ayslin, sujetándola por el brazo con un gesto brusco, casi militar. –¡Ya basta! –exclama con los ojos desorbitados. – Te lo advierto, Ayslin, un paso más y terminaremos despedazándonos nosotras en lugar de enfrentar lo que realmente importa– Dice mientras se la lleva. Ayslin se sacude, pero Sophie la arrastra hacia el pasillo con la firmeza de quien sabe que el campo de batalla necesita silencio para la
Amara siente que se le corta la respiración. Se acerca, con las manos temblorosas, buscando refugio en la presencia de Liam. –Haré lo que sea necesario –susurra, aunque su voz no logra ocultar el miedo. – Solo… no permitas que Kate llegue a mí.Carlota no responde de inmediato. La mide de pies a cabeza, como un soldado mide a un recluta que sabe que podría fallar en combate. –Que quede claro entonces –dice al fin. – Si esa mujer pone un pie en esta propiedad, no habrá negociación. No habrá misericordia. Haré lo que haga falta para detenerla… aunque tenga que convertir esta mansión en un campo de batalla.Cuando la noche cae, la mansión se convierte en un refugio blindado. Sin embargo, entre sus muros se respira un aire enrarecido. Todos sienten que la amenaza se cierne sobre ellos, invisible, impredecible.Amara no puede dejar de mirar a Liam. Lo ve caminar por la sala, hablando con Carlota, revisando los accesos, dándolo todo para protegerlos. Y sin embargo, dentro de ella, el mie
Amara se tambalea hacia un lado, con la mejilla ardiendo, los ojos abiertos de par en par, la respiración cortada.–¡Todo esto es tu maldita culpa! –escupe Ayslin, con lágrimas en los ojos y la voz quebrada por la rabia. –Tienes que decir toda la mierda que ocultas de una vez por todas. ¡No voy a permitir que tus secretos lastimen a mi hija!Liam se queda helado. Da un paso al frente, con el ceño fruncido, la voz cargada de desconcierto. –¿Ayslin, qué demonios te pasa? –pregunta, casi gritando, incapaz de comprender lo que acaba de presenciar.Lucero se abraza a la pierna de su madre, asustada, mientras los guardias miran tensos, sin atreverse a intervenir.Amara, con la mano sobre la mejilla enrojecida, da un paso atrás. Sus ojos brillan, no solo por el dolor físico, sino por el miedo de que Ayslin revele, ahí mismo, lo que ha guardado como un tesoro maldito. –Ayslin, por favor… –su voz se quiebra en un ruego desesperado. –No hagas esto aquí.Pero Ayslin no se detiene. Da otro p
Último capítulo