Solo era una vida, una larga vida llena de dolor y rencor.Mesen Andrews vivió junto a una familia de acogida, una familia la cual no fue elegida por ella, si no escogida por el centro en el estaba, la familia había pagado muchos millones por esa chica, no tendría oportunidad nunca de irse de su lado y cada día la soledad y el dolor la estaba comiendo por dentro.Mesen vivía en un pueblo de Madrid, uno muy alejado de la ciudad, casi vivía a las afueras. La familia Ortega la trataba como una criada, siempre hacia lo que la familia le pedía y si rechistaba lo podía pasar muy mal, con pasarlo mal me refiero a todo tipo de maltratos. Cuando un día por fin ve la luz, de un segundo a otro se apaga, cuando el hijo mayor de la familia llega, ahí es cuando su oscura realidad se empieza a ver muchísimo más oscura.
Leer más¿Cómo se puede vivir con un dolor tan grande? Y no hablo de un dolor físico, de esos que se curan con una pastilla o manteniendo reposo, hablo de ese dolor mental, ese dolor que te hace querer tirarte de un puente, de ese que ni yendo a especialistas de quita.
Un dolor que no puedes evadir por mucho que quieras, porque siempre tendrás esas voces que te digan: «naciste para esto, para sufrir, para vivir en tu oscura realidad», y, ¿cómo quitar esas voces? Cada día se hacían más grandes, más fuertes, más altas.
Era imposible.
Con la llegada del hijo mayor de la familia Ortega, Mesen supo que nunca podría quitarse ese dolor, que por mucho que le costara entender esa era su realidad, vivir con una familia qué; la odiaba, menospreciaba y humillaba cada vez que podían.
Mesen quería huir de ahí, irse lejos ¿dónde iría? No tenía donde caerse muerta y por muchos planes que hiciera en su cabeza esas voces le decían: «No lo hagas, te saldrá mal, todo te sale mal».
Los ojos color verde de esa muchacha estaban llenos de dolor, siempre estaban rojos o manchados de lágrimas. Su cabello castaño siempre caía en cascada sobre sus hombros, sus labios estaban resecos de tanto llorar o de mordérselos por los nervios, sus uñas eran muy cortas ya que se las mordía, su ropa estaba sucia -no le daban nada para cambiarse- las únicas zapatillas que tenía ya empezaban a romperse.
Que injusta podía ser la vida con algunas personas. La felicidad o el amor nunca formó parte de Mesen, nunca se sintió querida o amada, al revés, todo lo que ella recibía desde muy pequeña eran malos tratos.
«No vales nada»
«Naciste para complacer a otros»
«Deberías quitarte del medio»
Ella intentaba quitar todos esos pensamientos tan dolorosos e hirientes.
«Lo conseguiré, saldré de esta vida»
Se repetía una y otra vez para quedarse tranquila y vivir con menos miedo.
¿Pero sería así? ¿Saldría de toda esa m****a? ¿Viviría feliz o tan solo quedaría en el intento? ¿El hijo de la familia tendría algo que ver con su felicidad o su amargura?
La vida puede dar muchos giros inesperados.
Algunos son buenos...
Otros...
Muy malos...
Roberto. Odiaba estar lejos de Masen, odiaba tenerla tan lejos. Y ahora había llegado el momento de despedirme de ella, aunque íbamos a estar en el mismo centro nos iban a separar por grandes paredes de hormigón, hasta el momento de salir de este centro no nos íbamos a ver más. —Pequeña —mi voz se quebró —piensa que durante el tiempo que estemos aquí vamos a aprender a vivir mejor. —No me quiero separar de ti Roberto —me abrazó haciendo que mi mundo se desmoronase. —Yo tampoco lo quiero hacer peluda, pero necesitamos esta ayuda. Ella asintió. —¿Recuerdas nuestro primer beso? —Como olvidarlo. Ambos reímos. —Ese beso fue el mejor que nunca di peluda —acaricié su mejilla —tú fuiste la única en no juzgarme por tener este trastorno, tú fuiste la única que me ayudaba en mis episodios o en mis brotes, me quisiste y me amaste como nadie lo hizo y te juro que pase lo que pase te llevaré en mi cabeza y en mi corazón, me s
Al día después pasadas las dos de la tarde, Roberto y yo bajamos a ver a los hermanos, los tres se habían quedado a dormir en los sofás, Roberto despertó a Damián, pero este no se despertó de la mejor forma.—¿Qué pasó? —Preguntó muy alterado —¿se suicidó? —Esta vez preguntó muy preocupado.Giró la cabeza y al verme dio una bocanada de aire para tranquilizarse.—Estás bien —dijo ya más tranquilo.Me senté en un sofá libre y miré a los mejores amigos. Roberto me cogió de la muñeca, me levantó del sofá y se sentó él para luego sentarme encima de él. Damián miró a sus hermanos y sonrió. Fue hacia la cocina y regresó con una cazuela y un cucharon de acero, comenzó dando fuertes golpes a la cazuela, cerré los ojos al escuchar ese ruido tan fuerte.Los hermanos de Damián se levantaron asustados y miraron mal a su hermano.—Ya es hora de que os levantéis, casi las tres de la tarde.
Pasamos las horas Roberto y yo solos, en esas cuatro paredes encerrados.—Masen —susurró.Levanté un poco la cabeza para mirarlo a los ojos.—Dime.Me miró pero en ningún momento habló.—¿Qué pasa Ro?—Te quería pedir perdón por como te hablé aquella vez, sé que tú y Damián no tenéis nada, no sé que me pasó.Sonreí negando.—No te preocupes, yo también hice las cosas mal.Roberto apartó un mechón de mi cabello hacia detrás de mi oreja y pasó la mano a la espalda para seguir acariciando.—Te perdoné Roberto, si no lo hubiera echo ahora mismo no estaría así contigo, te juro que no sé que me pasó.Él negó sin apartar sus ojos de los míos.—Olvídalo, ahora estamos bien ¿no?<
Por un momento todo mi mundo se volvió muy negro, ver a Masen medio tirarse hizo que mi corazón se parara.Me lancé sobre ella y la empujé lejos, me acerqué a ella y negué.—No puedo dejar que hagas eso Masen, lo siento pero no puedo pequeña.Ella comenzó a llorar, me abrazó fuerte y así nos quedamos durante unos minutos hasta que Claudio carraspeo y nos separamos.—Roberto —susurró antes de que nos levantáramos.—Dime pequeña.—Perdóname, perdóname por favor.—No tengo nada que perdonarte —la di un beso y sonreí —no te dejaré nunca sola pequeña, siempre estaré contigo.Nos levantamos y seguimos a Claudio hasta donde los demás estaban. Masen al ver a Damián corrió hacia él y ambos se abrazaron con fuerza.—¿Estás bien?—Si, estoy bien.<
Iba a irme para intentar detener la muerte de Masen pero Damián me frenó.—O quitas o al último que me llevo antes de morir serás tú —hablé con rabia y asco.Damián negó mirando con cautela a todos sus lados.—No estoy con ellos Roberto, tengo un plan, te dije eso porque estaba ese hombre, ¿Jusef te dio las pastillas?Asentí mirándolo sin entender.—¿Te las has tomado?—No, todavía no.—Bien, mis hermanos y Jusef están por venir, solo tenemos esta oportunidad para acabar con ellos, debemos hacerlo bien.—¿Cuál es el plan?—Debes acabar con los hombres que están con ella, sacarla de aquí e intentar despertarla, los ataques de ira de Masen nos ayudaran mucho. Dame un pu...No le dejé terminar ya que le lancé el primer puñeta
Roberto.Izaro junto a Alma habían salido, querían comunicarse con su hermano, y estando el móvil de Alma pinchado no podían hacerlo desde esta casa.Masen seguía escuchando y viendo cosas, se había encerrado en un armario y allí se había quedado, no salía ni aunque le rogara. Los padres de ella se veían nerviosos, asustados, con lástima. Realmente no sé si ellos de verdad quieren a Masen, pero están demostrando que si. María ahora estaba preparando algo para comer y Claudio la estaba ayudando. Yo me encontraba sentado justo enfrente del armario donde ella estaba escondida.—¿Masen? ¿Te encuentras bien?Esperé la respuesta pero nunca llegó.Quise abrir el armario pero me detuve. Ella ahí dentro se sentía
Último capítulo