No hay nada más doloroso que perder a tu primer amor sin haber tenido siquiera la oportunidad de decirle adiós. Eso le pasó a Eliot Marín. Por fortuna, conoció a Mia, una chica idéntida físicamente a la muchacha que él perdió un año atrás. Eliot intentará acercarse a ella para vivir en la felicidad de una mentira, amando a la usurpadora de un fantasma. El problema será que Mia se enamorará de Eliot, sin saber que no la ama a ella, sino al recuerdo que le transmite. Primer libro de la bilogía: Ambos nos equivocamos.
Leer másCorazón depapel.MIALa ignorancia es un arte que irónicamente sólo el sabio comprende, y que el propio ignorante odia sin saberlo.Por eso apago mi celular, ignorando deliberadamente las insistentes llamadas de Eliot.Han pasado tres meses desde que decidí terminar con la mentira que me envolvía. Mis clases habían transcurrido tranquilas y sin interrupciones por su parte, parece que respeta mi espacio personal, pero no mi decisión de no querer oír su voz a través de la línea telefónica. La semana pasada culminé mi último año de bachillerato, en este momento me encuentro haciendo mis maletas.
Un año y cuarenta y dos días después.Eliot se había tomado el año sabático que tenía pensado, tener doce meses libres le permitió pasar mucho más tiempo junto a su novia, y a la vez convencerla de estudiar en el mismo instituto universitario. Los adentros de la pelirroja seguían batallando entre el querer y el deber, ella sólo era el títere que su corazón y mente manejaban a su antojo.Eliot sopló las diecinueve velas que adornaban superficialmente el pastel de su cumpleaños, acarició el pelaje de su hijo Vincent y se alejó de la mesa para sentarse en el sofá junto a sus chicas.La tarde transcurría de manera lenta, pero muy agradable. Los pocos presentes hablaban de temas al azar y compartían anécdotas de cumpleaños pasados mientras abrían los regalos. Eliot se sentía más feliz que nunca, su felicidad había llegado a un límite que jamás se había imaginado, tenía a s
Ambos caminaban por el borde de la ascera como dos niños acostumbrados a añadir diversión a todas sus travesías. Eran adolescentes despreocupados que iban por la vida actuando como infantes, pero amando como veteranos.El sol iluminaba la tarde, pero no de forma exagerada. Cálida. Los pajaros cantaban su sonata de despedida para zarpar hacia una dirección donde no les diera tanto frío. Las hojas empezaban a teñirse poco a poco de un color ocre que pasaría a ser cobrizo en unas semanas.—Entonces, ¿Irás a la universidad? Este cuatrimestre te gradúas —dijo Mia, con sus brazos extendidos a los lados para mantener el equilibrio.—¿Debería ir? Pensaba en buscar un trabajo y ya —respondió Eliot, copiando su acción—. La universidad ocupa mucho tiempo, y yo quiero est
Los días y las semanas transcurrían junto a los paseos de la mano, los besos en la mejilla, las risas, el amor... Y los engaños.Eran pocas las tardes en las que la soledad de apoderaba del ambiente, pues casi todos los días una nueva aventura tocaba a la puerta de los dos adolescentes cautivos bajo el hechizo del primer amor.Entonces las madrugadas eran sagradas para Mia Suarez, pues eran las únicas horas en las que podía leer sin interrupciones, se transportaba mentalmente a todos esos escenarios de los libros que leía, se perdía entre las letras, siendo inconsciente de que en el mundo real se estaba perdiendo a sí misma.Y el sermón de la señora Gertrudys todas las mañanas era bello, intentaba hacer entrar en razón a su nieta sobre las consecuencias que le traería a mediano plazo leer a esas horas.
Pasadas las ocho de la mañana, el sol veraniego compartió un porcentaje de su luz para hacer saber a Mia que un nuevo día estaba comenzando. Ella se estiró e hizo una mueca de dolor ante los pequeños espasmos que se manifestaron más abajo de su pelvis.—Buenos días, el sol te dice hola —emitió Eliot, quien había abierto la ventana—. ¿Sientes dolor?Mia asintió.Él le hizo un nudo improvisado a las cortinas para que no se cerraran y se apresuró a agarrar la pastilla que había llevado junto a la bandeja del desayuno y un vaso de agua. La pecosa la bebió y se recostó del espaldar de la cama.Eliot tomó la bandeja de metal, la colocó en el regaso de su novia y le dio la espalda para adentrarse al cuarto de baño.—¿Me preparaste el desayuno? —inquirió ella, deteniendo su trayecto.—Obvio —respondió él. Se giró confuso cuando escuchó la risa de su novia—. ¿Qué?
Alerta de contenido sexual no explícito.Mia le echaba un vistazo más a su reflejo en el espejo de la peinadora de su habitación. Llevaba puesto un lindo vestido acampanado de color ébano con las mangas a los lados, sus zapatillas de tacón hacían una perfecta combinación con el vestido y con su cabello, el cual estaba atado en un moño alto y con unos mechones sueltos, detras de sus orejas.Ladeaba su anatomía, se movía de adelante hacia atrás y daba pequeñas vueltas, aún pensando que algo le faltaba a su atuendo.Eliot tocó la puerta de su habitación sólo para avisar de su llegada, pues estaba abierta.—Esperaba encontrar a mi novia, pero me puedo escapar un rato contigo, guapa. No c
Último capítulo