Crane seguía con una sonrisa venenosa. Denayt sintió que la sangre se le congeló. El pánico le subió a la garganta y sin darse cuenta, clavó las uñas en el brazo de Vincent.
Él no se movió, ni siquiera pestañeó. Solo bajó la mirada hacia su brazo y después levantó la mirada encontrándose con esos ojos aterrados que parecían suplicarle que no la arrojara a la boca del lobo.
Denayt no pudo interpretar lo que había en sus ojos. Vincent curvó sus labios en una sonrisa que nadie supo descifrar.
Denayt sintió que le faltaba el aliento. Vincent mantenía aquella sonrisa gélida, la clase de gesto que podía significar que estaba a punto de salvarla… o de empujarla.
Con él nunca se sabía.
—¿Y tú qué vas a apostar? —replicó, sin perder la calma.
Crane ladeó la cabeza, divertido.
—Lo que quieras —se inclinó apenas hacia él, con una sonrisa torcida—. Solo dime.
Vincent soltó una sonrisa arrogante.
—Qué buen chiste, me hiciste reír.
—No me digas, ¿te da miedo apostar frente a mí? ¿Tienes miedo a p