La cena comenzó con el sonido suave de las copas y el murmullo de las conversaciones en distintos idiomas. Los meseros se movían con precisión, sirviendo platos impecablemente presentados. Denayt se esforzaba por mantener una sonrisa serena, aunque por dentro, la presión le oprimía el pecho. Cada gesto, cada mirada sobre ella la estaban asfixiando.
Empezó a entrelazar los dedos sobre su regazo, enredándolos una y otra vez, como si allí pudiera esconder su ansiedad. Una cosa era cenar a solas con el caballero de hielo y otra muy distinta enfrentarse a tantos ojos al mismo tiempo. Aquellas personas, con su sola presencia, le parecían monstruos capaces de aplastarla sin pronunciar palabra.
Vincent notó sus nervios y como un acto reflejo; que ni él mismo logró detener, posó su mano sobre la de ella. Denayt levantó la mirada y se encontró con la suya. Y, como siempre, se descubrió incapaz de descifrar qué demonios ocultaban esos ojos.
Vincent, por su parte, se repitió que aquello no era