Emily
El silencio era un asesino lento y elegante. De esos que no necesitan cuchillo porque cortan con la incertidumbre.
Emily miraba su teléfono por décima vez en menos de una hora. Nada. Ni un mensaje más. Ni una señal de vida. Solo el texto frío que Albert había dejado en la madrugada:
“Tuve que salir de emergencia. Estoy bien. Te explicaré pronto. Nos mantendremos comunicados. – A.”
Eso fue hace tres días.
Tres.
Días.
Emily había pasado por todas las etapas: preocupación, enojo, negación… y ahora, desconcierto. Una mezcla incómoda de “¿me usó?” y “¿le pasó algo serio?”. La ausencia de Albert dolía. Pero más dolía no saber si había sido dejada a propósito.
Cuando llegó a la oficina ese lunes, notó el ambiente… distinto.
Todo el mundo la miraba como si supieran algo que ella no. Murmullos, miradas furtivas, algunas sonrisas incómodas. Emily se enderezó y caminó directo a su escritorio. Al llegar, notó que su planta artificial tenía un post-it nuevo que no era suyo.
“Te ves más bonit