Emily
Las manecillas del reloj marcaban las nueve y treinta de la noche. El edificio estaba casi vacío, salvo por un par de luces encendidas en el piso ejecutivo. En la oficina de Albert, una caja de pizza abierta, dos botellas de agua, papas fritas medio terminadas y varias carpetas de informes sobre la mesa marcaban la escena del crimen laboral.
Emily estaba descalza, sentada con las piernas cruzadas sobre el sofá, el cabello en un moño desordenado y una mancha de salsa de tomate en la manga de su blusa.
—¿Crees que si terminamos esto rápido aún queda algún puesto de tacos abierto? —preguntó mientras hojeaba el informe con los ojos entrecerrados.
—Dudo que puedas con algo más después de ese tercer trozo de pizza —contestó Albert desde su silla, sin levantar la vista.
Emily giró el cuello lentamente.
—Eso fue una crítica. Lo sentí en mis huesos.
Albert, para su sorpresa, esbozó una pequeña sonrisa.
—Fue una observación empírica.
Ella dejó caer la carpeta y alzó una ceja.
—¿Sabes? A v