Helena McNeil observaba desde la ventana de su penthouse en la ciudad, el reflejo dorado del atardecer deslizándose sobre los cristales de los edificios como una burla. Había jugado su última carta, y aún podía sentir el eco de la humillación retumbando en su pecho. La audiencia judicial había sellado su destino: orden de alejamiento, pérdida de credibilidad, y una prensa que lentamente comenzaba a dejar de aplaudirla para convertirla en una nota de color.
Pero aún tenía una carta más, una última jugada. O eso creía.
Contactó a uno de los antiguos socios de la familia Brown, filtró documentos manipulados, armó un nuevo escándalo mediático donde insinuaba que Emily había manipulado a Albert desde el principio para quedarse con su fortuna y hasta con sus hijos. Fotos fuera de contexto, conversaciones truncadas, una campaña coordinada para hundirla por completo.
Pero no contaba con la preparación que Albert y Emily ya tenían.
En menos de 24 horas, sus mentiras fueron desmanteladas públic