—¿Otra vez flores? —preguntó Valeria con una ceja levantada, mientras veía a Emily entrar al apartamento cargando un pequeño ramo de tulipanes.
—No son lo que parece —respondió Emily, dejando las flores sobre la encimera.
—¿No son de Fabián McNeil, el guapo importado con sonrisa de comercial de perfume
—Sí, pero…
—Entonces son exactamente lo que parece.
Emily bufó y se dejó caer en el sofá. Tenía los hombros tensos y la mente saturada.
—¿Sabes qué es lo peor?
—¿Que te gustan ambos y estás atrapada en una telenovela involuntaria?
—No. Que todo el maldito edificio cree que soy la amante de mi jefe.
Valeria se sentó a su lado con una cucharada de helado en la mano.
—¿Y eso cómo lo sabes?
—Porque hoy escuché a dos asistentes hablar en el baño. “Seguro ella es la razón por la que Albert no se casa con Helena. ¿Viste cómo la mira?” Una incluso dijo que probablemente me paga un bono extra por ‘servicios adicionales’. ¡¿Me puedes creer?!
—Ay, hermana. —Valeria le dio una palmadita en la piern