El jardín de la finca privada donde se celebraba la boda era un rincón sacado de un cuento de hadas moderno: mesas rústicas decoradas con eucalipto fresco y velas flotantes, luces cálidas colgando de los árboles, y un arco floral que enmarcaba perfectamente el altar. Sencillo, elegante y, como diría Emily, Pinterest hecho realidad sin parecer un intento desesperado de Instagram.
Emily, con un vestido blanco fluido y bordado con pequeñas perlas, sonreía con nerviosismo mientras ajustaba su ramo de flores silvestres. Valeria, de dama de honor, le daba los últimos retoques al maquillaje… con sarcasmo incluido.
—Bueno, bueno… mírate, Thompson. Te ves como una mezcla entre novia angelical y CEO del caos emocional. Me encanta.
—¿Eso fue un cumplido o un diagnóstico?
—Ambos —respondió Valeria con una sonrisa burlona—. Aunque no te emociones. Si dudas en el altar, yo tengo lista una moto para huir. Ya sabes, por si te da un ataque de pánico y decides escaparte al estilo Emily clásico.
—Tranqu