Con un movimiento sutil de la cabeza, mientras fingía secar una gota de agua de la mesa, su mirada recorrió el techo y las estanterías. Buscaba el brillo rojo de un led o la lente oscura de una microcámara.
No vio nada obvio. Nicolás era demasiado listo.
De golpe, el sonido del teléfono siendo colgado con violencia la hizo saltar.
Nicolás se giró.
Su mirada la atravesó. Era la primera vez que la miraba directamente en horas, y el impacto fue físico. No había ni un vestigio de la pasión de la noche anterior, ni de la preocupación que mostró cuando curó sus manos. Solo había sospecha, cálculo y una oscuridad abismal.
—¿Qué estás buscando? —preguntó Nicolás.
No era una pregunta casual. Era una condena.
Valentina sintió que el aire se le iba de los pulmones. El instinto de supervivencia se activó. Se arrodilló de inmediato, bajando la cabeza, adoptando una postura de terror absoluto.
—Nada, mi Señor —susurró, inyectando pánico en su voz—. Solo... revisaba si había dejado algún rastro de b