–Hola Tomás, no esperaba verte por aquí –Pablo creyó ver como un obstáculo más el encontrar al hijo de Martín trabajando en el pequeño mercado: solo serviría para demorar aún más las cosas. Era de suponer al muchacho en camino a Vancouver, listo a tomar su nuevo trabajo e iniciar sus cursos de navegación marítima.
–Es mi último turno –dijo Tomás entregando una pesada bolsa a una muchacha de no más de diez y seis años–, mañana parto para no volver.
–Estoy seguro de que volverás, al menos para visitar a tu padre y a tus amistades –Pablo no había querido nombrar directamente a Marize.
–En eso tienes razón, y no solo a ellos, también a mi novia, sé que no la debo descuidar… –dijo Tomás mientras despedía con una señal de la mano a su joven clienta.
–Imagino que será difícil el separarte de ella… –lo mejor sería conocer el punto de vista de Tomás, pensó Pablo.
–Bastante… Traté de convencerla para que viniera conmigo, pero ella detesta las grandes ciudades, dice