Minutos después de pasar por la aduana, y con la agradable sorpresa de no haberse visto obligado a abrir las maletas, se dirigió hacia el punto del aeropuerto donde se tomaban los taxis. No tardó en subirse a uno bastante amplio y cómodo, su exterior pintado de rojo, y encontrarse rumbo al concesionario de vehículos usados, el cual previamente había ubicado gracias a una publicación aparecida en un periódico de Vancouver, disponible en la embajada canadiense de Bogotá. Sabía lo que quería cuando de vehículos se trataba, y aunque nunca había tenido uno de su propiedad, le fue fácil aprender a conducir en el vehículo de sus padres, cuando apenas había cumplido los quince años. Y fue de esa manera como ahora se encontraba rumbo a su nueva vida, conduciendo un clásico BMW 2002 de color naranja, el cual siempre había deseado tener. >, fueron las palabras del vendedor antes
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