No merecía el amor de Pablo, tampoco su perdón ni consideración alguna. Con los ojos puestos en el techo de la cabaña, habiendo estado despierta, según sus cálculos, por más de media hora, sus sentimientos de culpa no se apartaban de su mente haciendo imposible el volver a conciliar el sueño. Su cuerpo desnudo bajo las sábanas, sus piernas rosando las de Jadie, quien dormía plácidamente, sintiendo ganas de abandonar la cama, trató de descifrar la hora. Pero ya no importaba el tiempo, tampoco el momento exacto para salir de la cabaña. Había traicionado al hombre de quien estaba enamorada. Sería demasiado premio el volver a tenerlo entre sus brazos. Recordó lo sucedió la noche anterior. Jadie le hizo el amor como nadie se lo había hecho. Superaba la experiencia vivida con Karla o con alguno de sus anteriores novios. La dueña de la cabaña, después de una charla en la cual se enteró de los detalles de la relación de las gemelas con el escritor, además de la existencia de Marize, fue dulce