Para suerte de Aileen, en la estación solo se encontraba un policía. Se trataba de Steve, un joven de cabellos claros y ojos oscuros, quien no superaba los veintitrés años. Ella lo había visto varias veces, algunas de ellas patrullando las calles del pueblo y en otras disfrutando de la vida social como cualquier joven de los alrededores. Durante los primeros días de las gemelas en su nuevo hogar, Steve se había mostrado interesado en ellas, como lo habían hecho la mayoría de hombres jóvenes de los alrededores, pero su preferencia, después de haber tenido la oportunidad de tratarlas, se había volcado sobre Aikaterina. El rostro del joven policía no habría podido mostrarse más sorprendido al ver entrar a su jefe sujetando por el brazo a quien se estaba convirtiendo en la prisionera más bella de la estación en los últimos tres años. Aileen había parado de llorar, pero era consciente del dominio del color rojo en sus ojos. Sabía que en pocas horas, gracias a la amplia vida social que