Capítulo 987
Enmudeció un instante.

Alejandro reaccionó, la soltó enseguida y la acunó.

—Perdón, Alba, fue mi culpa. ¿Puedes perdonarme? —susurró, arrepentido.

Alba lo miró entre sollozos y, tras dudar un segundo, se acurrucó contra su pecho.

—No vuelvas a apretar tan fuerte, ¿sí? —pidió con vocecita suave.

—Está bien, no lo haré —aseguró él.

—Entonces te perdono. Yo todavía te quiero mucho —dijo, acomodándose en su regazo.

—Gracias —murmuró Alejandro, meciéndola con sumo cuidado.

Cuando por fin la niña se quedó dormida, a él le martilleó la cabeza:

«¿Quién será ese “tío” del que habla Alba?»

***

Luciana había permanecido junto a Fernando toda la noche y, rendida, se quedó ligeramente dormida con la cabeza apoyada en la orilla de la cama.

Su sueño era tan ligero que, al abrir los ojos de golpe, descubrió que solo habían pasado diez minutos.

Quiso tomarle la temperatura.

Al incorporarse tropezó con algo.

Bajó la mirada y vio su propia mano entrelazada con la de Fernando: estaban de la mano.

—¿Eh…? —
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