Había perdido la cabeza un segundo. Dios sabía que, al no ver a Luciana, su mundo pareció derrumbarse por segunda vez.
Unos minutos después Patricia volvió:
—Señor Guzmán, la señora Herrera salió poco después de las cinco.
—Entendido.
Alejandro asintió y se frotó el entrecejo.
¿Adónde se había ido Luciana? ¿Por qué no le avisó?
***
Al llegar a Reeton, el hospital envió a un par de residentes para recogerla. La acomodaron en un pequeño departamento para médicos visitantes, pero Luciana no descansó ni un segundo: se dirigió de inmediato al hospital.
Tras la evaluación inicial comprobó que faltaban estudios; dejó sus indicaciones y explicó que, cuando estuvieran los resultados, podrían hablar de la siguiente etapa del tratamiento.
Solo entonces se permitió respirar un poco.
Sacó el celular: una montaña de llamadas perdidas y mensajes.
Respondió primero a los de Martina y, cuando terminó, vio que el resto eran de Alejandro.
[¿Dónde estás?]
[¿Por qué no contestas?]
[¿Sigues trabajando?]
[¿Y