—Así es. —Rosa esbozó una sonrisa seca—. A tus órdenes.
—Claro.
La mañana fue intensa, pero enseguida retomó el ritmo. A la hora del almuerzo bajó con su grupo al comedor; para celebrar, Luciana pasó su tarjeta por todos.
—¿Invitación de ingreso nada más con la comida del hospital? —se burló uno.
—¡No nos alcanza para tu “estatus”! —añadió otro.
Luciana se rio:
—La verdadera invitación vendrá, tranquilos. Hoy come quien quiera, yo pago.
—¡Eso es trato VIP! —aplaudieron.
Desde que el hospital cambió de concesionario, el menú era envidiable y nadie rechazó la cortesía. No todos, sin embargo, estaban felices.
***
Al terminar, Luciana fue al baño. Encerrada en el cubículo, oyó voces junto al lavabo; reconoció a dos compañeras, una de ellas Rosa.
—¿De veras es “talento importado”? —preguntó la más joven.
—Ni idea —respondió Rosa con un resoplido—. Lo que sí sé es que tiene palancas.
—Oí que renunció sin motivo y aun así la recontrataron… Definitivamente trae respaldo. ¿Tú sabes algo?
—Mejor