—¿Qué…? —Luciana parpadeó, incrédula. ¿En serio él pensaba de esa manera? ¿De veras creía que lo había utilizado de principio a fin?
—Je… —Ella soltó una carcajada gélida y lo miró con desprecio—. ¿Te cuesta tanto aceptar la ruptura, o es que no quieres afrontar tus responsabilidades? Pon atención, nos separamos porque en tu corazón todavía hay lugar para otra persona. Yo, simplemente, soy lo bastante sensata como para hacerme a un lado y dejarle espacio a tu antiguo amor.
—¡No pretendas hacerte la sacrificada! —espetó Alejandro, con una mueca adusta—. Fernando no deja de rondarte, y Victoria te trata como si ya fueras su nuera. ¡Y lo sabes!
Su tono rezumaba celos e ira.
—¿Te afecta? —soltó Luciana, entre burlona y sarcástica—. Lamento decirte que si te incomoda, tendrás que aguantarte. Apenas me divorcie, claro que habrá alguien nuevo… todavía soy joven.
—¡Luciana! —rugió Alejandro, sintiéndose a punto de perder la razón—. ¿Tan deprisa te estás buscando un reemplazo… o prefieres “reha