—Si necesitas hacer algo, no te quedes solo por mí —añadió Fernando, llevándose a los labios la taza de un té especial que Luciana había pedido a Tomás para ayudarlo a dormir un poco, considerando que abusar de pastillas tiene sus consecuencias. Esas infusiones le daban la posibilidad de dormir unas tres o cuatro horas, algo que para él ya era un avance.
—No soy un niño… no necesito que estés todo el tiempo al pendiente —dijo Fernando con una pequeña sonrisa—. Total, sé que igual volverás.
Luciana se dio la vuelta para mirarlo:
—¿Si te digo que no estoy apurada, sino que en realidad temo que el tiempo avance tan rápido?
—¿Cómo? —se sorprendió él—. ¿A qué te refieres?
—No lo sé… en verdad no sé ni lo que quiero. —Luciana soltó un suspiro frustrado.
Fernando intuyó que tenía que ver con Alejandro.
—¿Tuvieron algún conflicto? ¿Por mi culpa?
—¿De dónde sacas eso? —respondió ella, riendo. Se apresuró a aclarar—: No, de hecho quedamos de vernos para comer. —Señaló el auto estacionado cerca d