Allá tenían espacio de sobra, pues su dormitorio era más grande que todo ese apartamento. Pero Luciana dudó; no quería mudarse. Estaba en “periodo de prueba” con Alejandro y no deseaba dar un paso tan grande, solo para después arrepentirse y tener que trasladarse de nuevo.
Alejandro lo comprendió y le dio un beso en la frente.
—Tal vez me estoy apresurando. De acuerdo, cambiaré la cama y listo. ¿Sí?
—Bueno… —musitó ella, algo insegura.
—Muy bien, a descansar. —La atrajo hacia sí, satisfecho—. Ya estás en mis brazos, así que es cuestión de tiempo para que te lleve a casa.
Iba a apagar la televisión cuando vio la imagen congelada en la pantalla: el rostro del protagonista de esa telenovela que Luciana estaba mirando. Se puso serio y la llamó:
—Luciana…
—¿Qué pasa? —Ella lo miró sin entender.
—Vaya… —resopló—. Con razón estabas tan apurada por colgarme el teléfono. ¡Estabas viendo a un “buen mozo” en la tele!
—Ah… —Luciana recordó que había pausado justo en un primer plano del guapísimo a