La lógica de Alejandro parecía tener sentido, pero Luciana lo escuchó con un gesto desapasionado. Guardó silencio por unos segundos, como si dudara antes de hablar. Él lo notó y le espetó:
—Si tienes algo que decir, dilo.
—De acuerdo —respondió ella, dejando a un lado toda reserva. La verdad era que no le gustaba mencionar a Mónica, porque siempre quedaba la sensación de que estaba celosa o algo parecido. Pero él mismo había sacado el tema.
—Creo que no entiendes el punto. Desde que decidimos divorciarnos, no me importa si sigues o no atado a Mónica, si aún te queda algún sentimiento por ella o si quieren continuar con su historia.
Alejandro dejó de respirar por un instante. En su mirada se reflejó una oscuridad inquietante, cargada de furia contenida. Pero Luciana no había terminado.
—No lo comprendo, en serio. Tú mismo dijiste que la amabas, así que ahí está tu oportunidad para recuperar lo que tenían. ¿Por qué no la aprovechas?
—¡No! —Alejandro negó con firmeza, sin pensarlo un segu