—Entonces… —Martina repreguntó—, ¿y Alejandro? ¿Le interesa Juana? ¿Piensa darle entrada?
—No lo sé —Salvador negó—. No le he preguntado.
Si Alejandro no hablaba de su vida privada, él no iba a husmear.
—¿Y tú qué quieres? —Salvador sonrió de lado—. ¿Que acepte… o que no?
Sabía que Martina preguntaba por Luciana.
—Que ustedes se lleven bien es una cosa, pero Luci está por casarse. No tiene sentido que Alejandro se quede esperándola, ¿no?
—No voy por ahí —Martina bajó la mirada.
—Así es la vida —suspiró Salvador—: toda fiesta termina. Lo suyo llegó hasta aquí.
Sí: hasta aquí.
Sin rencor y sin expectativas. Solo paz.
—Basta de ellos —Salvador le retiró con paciencia las espinitas al pescado y se lo pasó al tazón—. Come. Pensar en la mesa trae mala digestión.
—Ajá.
Terminaron cerca de las ocho.
A Salvador no le dio la gana de irse.
—Me quedo un rato más. Sola te aburres. No me instalo; cuando vuelva Luci, me voy.
Martina iba a decir que no, pero entonces él agregó:
—Mañana tengo que viaja