La vida de Lana era común hasta un día en particular, ese en el que la mayoría de las chicas que poseían un nombre similar al suyo, empezaron a desaparecer sin dejar rastros. La gran parte del alumnado vio eso muy extraño, incluso los profesores. Pero que Lana se apuntará en la lista para aspirantes a Delegados de salón fue la gota que hizo derramar el vaso, los chismes se corrieron casi tan rápido como el viento y eso hizo que la desplazaran sin pedir explicación alguna y así, lograron que ella tuviera la peor de las suertes descubriendo "la verdad" en su mundo de mentiras. Todos los Derechos Reservados©
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Tenía por fin un sueño profundo. Uno de esos que no tenía en meses desde que iniciaron las fuertes jaquecas.
Sentía la brisa helada colarse por bajo de la manta, enfriando mis pies, entumeciendolos.
Un silbido por lo bajo se escuchaba al fondo. Y entonces, cuando estaba en mi mejor momento, sucedió.
La lámpara que acostumbro a colocar cerca de la mesita de noche que está a escasos centímetros de la ventana, sonó. Pero no como de costumbre, esta noche no.
Se quebró.
Abrí los ojos espantada, no era de las personas que al despertar tras un sonido extraño se desperezaba y luego pensaba... No, yo nunca fui así.
No más al escuchar el ruido abrí mis ojos asustada, el corazón lo tenía latiendo a millón y me tapé tanto como pude con la manta purpura. Espere minutos con el miedo intacto hasta que luego de un rato al darme cuenta que no había nadie, saqué la cabeza del escondite y mire alrededor.
Había tanta oscuridad que temía que en cualquier momento saliera algo de entre las sombras, pero no fue así.
Saqué un pie, luego el otro y temblando camine alrededor de la cama. La brisa azotaba con fuerza la ventana, entre fruncí el ceño y me acerque a ella dando grandes zancadas. Al estar a solo un paso y maldecir por lo bajo el haber dejado el pestillo flojo, lo vi.
Una sombra pasó rápido entre los arbusto hasta perderse en el callejón de la otra acera.
Di un paso atrás. Luego otro. Y otro. ¡Corrí!
— ¡Mamá!
Grité con los vellos de la piel de punta por el terror, mi voz sonó más fina de lo normal y casi no podía pronunciar bien la palabra.
Azote la puerta y salté sobre su cama, estaba cubierta hasta arriba con las mantas de color azul marino y roncaba cada que respiraba. Caí sobre ella, causándole tanto terror que me golpeo con la palma de su mano, al caer en la cuenta de quién era se disculpó de inmediato y sobo mi mejilla.
— ¡Había alguien entre los arbustos!
Horrorizada me echó a un lado y se dirigió al armario, tomó la escopeta que siempre acostumbra amantener cargada pero bien escondida y salió corriendo. — ¡Lo vi desde la ventana!— informé.
Me cubrí con las mantas temblando y espere... Espere...
Pero nada sucedió. Mamá volvió con la mirada cansada y leves ojeras bajos sus ojos.
—Hoy duermes conmigo, mañana reviso.
Dijo colocando seguro a la puerta y colocando el arma sobre la mesa de noche que está a un lado de su cama— Gracias a Dios no encontré nada, sino, no podría ni pegar un ojo.
Se echó las mantas encima y me abrazo.
—Duerme un poco pequeña.
De pequeña no tenía nada. Dieciséis años bien cumplidos el primer mes del año y mal transitados por el colegio.
Luego de eso, no pasó nada más y al apenas cerrar los ojos caí en un profundo sueño.
Sangre.
Gritos.
Lamentos.
El fondo de la habitación en la que estaba era de color blanco, parecido al de un manicomio. Por todos lados se escuchaban gritos y llantos de mujeres, parecía una masacre y yo estaba en medio, corrí sin rumbo fijo hasta caer de boca contra el suelo... Mire lo causante y ahogué un grito.
El cadáver de una rubia yacía inerte bajo mis pies. Un charco de sangre cubría el cabello sobre su rostro, el cual tapaba la mayor parte del mismo, tenía una especie de bata blanca y un enorme hoyo en su estómago.
—Dios mío...
Me levante tan rápido como pude y salí disparada a quien sabe dónde, porque la escena cambió de forma radical. Ahora me encontraba en una especie de lago con un pequeño puente guindando, hincado y con capucha se encontraba alguien quien cada dos minutos murmura palabras en otro idioma.
—Falta poco, muy poco. — Murmuró a la nada y cuando estaba por ver su rostro.
Desperté.
XXXIDespierto a mitad de la madrugada y lo primero que veo es a ella, observando atenta a través de la ventana con la mirada cargada de sentimientos y paz.Rasco mi nuca porque me pica un montón debido a las vendas, antes de sentarme en la orilla de la cama y tratar de conversar.Se nota serena y resplandeciente, hermosa como siempre.— ¿Mamá?Sonríe sin girar a verme, su rostro está iluminado por la luz de la luna y su cabello rubio baila al compás del viento. Me habría gustado parecerme tan siquiera un poco a ella, para recordarla en todo moment
XXXSiento el cuerpo liviano, y creo ver un deje de luz al final de un camino estrecho que está delante de mí. No sé si seguir por ahí o quedar estancada aquí donde estoy, inhalo profundo el aroma a regaliz que hay en todo el ambiente, las paredes se empiezan a acercar y me da pánico.Corro en la única dirección que veo disponible para escapar, llegó al final del camino y un vacío es lo que visualizo. Las paredes están por aplastarme cuando opto por saltar a aquel vacío y caer...Abro los ojos y miro alrededor, la cabeza me duele un montón y por instinto llevo las manos a ella. Tengo vendas bien sujetas,
XXIXLa mesa está servida, el sonido de los cubiertos chocando contra los platos es lo único que se escucha.Las chicas comen con gracia y delicadeza, los chicos en cambio con total bestialidad. Papá se concentra cada que come y en este momento parece el hombre más vulnerable del mundo, Verónica parece una niña tonta que mira bajo la mesa cada un minuto para revisar el teléfono.Saco el mío con cuidado y lo coloco en silencio.Lo dejo entre el medio de mis piernas y mando el mensaje a quien deseo, recuerdo bien el número del hombre que lleva los casos de las chicas que estudiaron en el mismo instit
XXVIII—Me temo que la memoria de Vittoria está un poco...— mira por sobre su hombro hasta donde estoy sentada, con los audífonos puestos fingiendo escuchar música— como decirlo de manera sutil...Nos encontramos en el despacho de papá, quien está junto al hermano postizo de mamá sentado en una silla de rueda, tratando de vender la mentira barata del fallo de memoria que se inventó la psicóloga.—Mm...— coloca el dedo en su barbilla y hace una mueca con el rostro, fingiendo preocupación, de no saber que está actuando me lo creería—es probable que no podamos recuperar todo lo que ha perdido pero s&iac
XXVIIDesperté.Estoy empapada en sudor y la cabeza me da vueltas, miro alrededor y veo como la psicóloga con una vestimenta diferente está sentada en frente.—Bienvenida, Vittoria.—Dice colocándose en pie y tomando un vaso con agua para colocarlo entre mis manos— bebe un poco te hará bien.Verónica, Erior, la hermana del ruso y Alan están dentro de la habitación. Consumo con cuidado el líquido y los detallo con la mirada, Erior tiene una escayola en su brazo izquierdo con raspones por el rostro y un ojo morado.
XXVI―Muy bien Vittoria relaja el cuerpo y pon tu mente en blanco...La madre de Erior que resulta ser la psicóloga de la familia, coloca una mano en mi espalda y ayuda a que el cuerpo se acomode sobre el sofá de cuero.En un principio me sorprendió ver fotos de la rubia con la que me topé aquel día de búsqueda por las habitaciones, de Erior, la psicóloga y un hombre de edad avanzada por todos lados pero caí en la cuenta de que la única que no tenía idea de nada era yo.Así que ellos muy bien podían ser una familia feliz y yo, pensaría que era una farsa.
Último capítulo