—Entonces, ella te busca… —Martina frunció los labios—. ¿Por qué no contestaste? Te necesita.
Salvador, a medio gesto de darle otro gajito de mangostán, se detuvo.
—¿Quieres que vaya?
—Mira lo que dices —le lanzó una mirada—. Es ella quien te quiere allá. No me cargues a mí la decisión.
—No es eso —Salvador arrugó el entrecejo; se le ensombreció la voz—. No me pidió que fuera. Está delicada y me encargó que la pusiera en contacto con el médico, el mismo que te revisó aquella vez. Es amigo de mi mamá.
—Ah, ese —Martina entendió—. Seguro encuentra algo; con él se componen las cosas.
—Marti… —Salvador dejó el plato y la abrazó—. Entre Estella y yo no hay nada. Ni amigos diría. Solo la ayudo cuando lo necesita. ¿Tampoco puedo?
En la cabeza de Martina la respuesta fue no. Pero vio su cara expectante… y no lo dijo.
"Ya está todo hablado. Lo que no entra, no entra", pensó. Y con lo suyo encima, ¿para qué pelear? Si ella falta, Salvador y Estella terminarán juntos.
—Salvador —dijo, de pronto—.