En las oscuras calles de Nueva York, el detective Victor Crane se enfrenta a un asesino en serie con una firma única: cortes precisos y un mensaje críptico en cada escena del crimen. A medida que avanza en la investigación, Crane se ve atrapado en una espiral de terror cuando el psicópata comienza a enviarle mensajes directos, como si supiera quién es él. A medida que las piezas del rompecabezas encajan, Victor comienza a descubrir que la conexión entre él y el asesino es mucho más peligrosa de lo que imaginaba. En una revelación que cambiará su vida para siempre, descubre que el psicópata no es un extraño… sino él mismo. Victor Crane, víctima de un trastorno de identidad disociativo, lucha por distinguir entre su propia realidad y la distorsionada percepción de su mente. Atrapado entre dos personalidades, se enfrenta a un dilema mortal: ¿cómo detener a un monstruo que vive en su interior, sin destruir la única vida que le queda?
Ler maisLa lluvia caía con furia sobre Nueva York, una tormenta que parecía no tener fin. Las luces de neón del centro parpadeaban en la distancia mientras Victor Crane se adentraba en un edificio abandonado, siguiendo los pasos de su equipo. Años de experiencia como detective le habían enseñado a no subestimar la escena de un crimen, pero algo en este caso le erizaba la piel.
En el centro de la habitación, bajo la luz fría de una linterna, yacía el cuerpo. La víctima, un hombre de unos treinta años, tenía los ojos abiertos, fijos en un punto invisible. Victor se agachó lentamente, examinando las marcas precisas en el torso. Las heridas eran limpias, casi quirúrgicas, un patrón que había visto antes. “Es él”, murmuró, más para sí mismo que para los demás. “¿El mismo asesino?” preguntó un joven oficial detrás de él. Sus ojos delataban que aún no se acostumbraba a este tipo de escenas. Victor no respondió de inmediato. En lugar de eso, sacó un pequeño bloc de notas y comenzó a escribir observaciones. Tres cortes en diagonal. Distancia entre las heridas: exacta. Era una firma que el asesino había repetido en los últimos cuatro casos. Pero esta vez, algo era diferente. “Crane, tienes que ver esto”, llamó otro oficial desde el extremo de la habitación. Victor se levantó, dejando escapar un suspiro mientras guardaba su libreta en el bolsillo. Al girar la esquina, vio un espejo roto colgado de una pared. La superficie estaba manchada con sangre, y sobre ella había un mensaje escrito con letra irregular: “Sabes quién soy, Victor.” Por un momento, el ruido de la lluvia pareció desaparecer. Victor sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Era esto una broma? ¿O el asesino realmente sabía quién era él? “¿Qué significa eso?” preguntó el oficial, señalando el mensaje. “No lo sé”, respondió Victor, aunque una parte de él no estaba tan segura. La forma en que su nombre aparecía escrito, con una precisión que bordeaba lo personal, lo inquietaba profundamente. Regresó al cuerpo, buscando alguna pista adicional. En uno de los bolsillos del abrigo de la víctima encontró un pedazo de papel doblado. Al abrirlo, descubrió un mapa de la ciudad con un punto marcado en rojo. “Necesito que este mapa sea analizado de inmediato”, ordenó, entregándoselo a su asistente, Elena. Ella era la única persona en el equipo en la que confiaba plenamente, alguien que había demostrado su lealtad en innumerables casos. “Claro, jefe”, dijo Elena, tomando el mapa y saliendo con prisa. Victor se quedó unos minutos más, contemplando el cuerpo y el mensaje en el espejo. Algo en su interior comenzó a agitarse, una sensación que no lograba identificar. Por primera vez en años, sentía que el caso lo estaba afectando más de lo normal. De regreso en su apartamento esa noche, Victor se dejó caer en el sillón con una taza de café. Encendió la lámpara de su escritorio y abrió el archivo del caso, revisando cada fotografía y cada nota. Había algo en la precisión de los crímenes, algo que le resultaba demasiado familiar, como si las imágenes le hablaran directamente. Cerró los ojos por un momento, intentando calmar su mente. Entonces, un recuerdo vago cruzó su mente: un pasillo oscuro, el sonido de pasos apresurados, y un cuchillo brillando bajo la luz. Abrió los ojos de golpe, con el corazón acelerado. “No”, murmuró. “Eso no tiene sentido.” Pero el recuerdo no desapareció. Se quedó ahí, como una sombra persistente. Victor se levantó, caminando hacia el espejo del baño. Su reflejo le devolvió la mirada, pero por un instante fugaz, le pareció ver algo diferente en sus propios ojos. Algo que no era suyo.A pesar de su crecimiento personal, Victor sabía que su verdadero desafío aún estaba por venir. La vida, con todos sus matices, seguía lanzándole pruebas que ponían a prueba no solo su fortaleza como detective, sino también su capacidad para seguir siendo el hombre que estaba aprendiendo a ser: uno más abierto, más consciente de sí mismo y más empático con los demás.Después de resolver el caso en Brooklyn, el ritmo de trabajo volvió a intensificarse. La policía le trajo más casos, más muertes, más tragedias. Pero esta vez, las cosas no eran tan simples. Había algo en el aire que lo inquietaba, algo que le decía que lo que estaba por suceder lo pondría a prueba de una manera diferente.Un día, mientras repasaba unos documentos en su oficina, el teléfono sonó. La voz de Rivas al otro lado de la línea le advirtió de inmediato que no era un caso común."Victor," dijo Rivas con tono grave, "tenemos una situación complicada. Es un caso que nos afecta directamente. Un agente de la policía h
La vida de Victor como detective ya no era la misma. Había un cambio palpable en la forma en que abordaba cada caso, cada pista. Su trabajo ya no era solo un escape, ni un medio para distraerse de la tormenta interna que siempre había arrastrado consigo. Ahora, cada caso era una oportunidad para aplicar lo que había aprendido en su propio viaje hacia la sanación: la importancia de la paciencia, de escuchar sin juzgar, y de no apresurarse a resolver las cosas antes de entenderlas completamente.La Dra. Harper siempre le decía que el proceso de sanación no consistía solo en introspección. También implicaba observar el mundo de manera diferente, aprender a trabajar con los demás, a integrar lo que estaba fuera de uno mismo. Y eso, pensó Victor, también aplicaba a su trabajo como detective.En su última investigación, un caso de asesinato en un barrio de Brooklyn, Victor empezó a notar algo distinto en sí mismo. Mientras interrograba a testigos y examinaba la escena del crimen, no se apre
El proceso de sanación de Victor no solo había transformado su relación consigo mismo, sino también con los demás. Antes de su lucha interna, las relaciones en su vida habían sido superficiales, distantes. El trabajo lo consumía, y la batalla contra sus propios demonios lo mantenía apartado de las personas que realmente importaban. Pero ahora, con una nueva perspectiva, comenzaba a entender el verdadero valor de esas conexiones. Elena seguía siendo su roca, la persona que lo había apoyado sin preguntar, pero las tensiones entre ellos, aunque leves, no pasaban desapercibidas. Victor sabía que su recuperación también implicaba sanar su relación con ella. Había pasado tanto tiempo encerrado en su mundo interior que temía que su proceso de sanación pudiera alejarlo de las personas que más quería. Una tarde, después de una sesión particularmente intensa con la Dra. Harper, Victor se encontró con Elena en un café. Los dos se sentaron frente a una mesa, pero había algo diferente en el aire
El camino hacia la sanación de Victor no fue lineal. Aunque había comenzado a integrar las diferentes partes de su personalidad, las sombras del pasado seguían acechando. La mente humana, pensó, es un laberinto oscuro, y uno nunca sabe cuántos pasajes ocultos existen hasta que se encuentra perdido en ellos.En sus primeras sesiones con la Dra. Harper, Victor comenzó a entender que su trastorno de identidad disociativa había sido una respuesta de protección, una forma en que su mente había intentado hacer frente al dolor y al trauma de su vida. Lo que no sabía era cuántos fragmentos de su ser se habían perdido en el proceso. Cada fragmento, cada alter ego, había sido una protección, pero también una distancia creciente de su verdadera esencia.A medida que pasaba el tiempo, Victor comenzó a trabajar en reconstruir esa identidad. La terapia no solo consistía en confrontar sus miedos o recordar los momentos oscuros de su vida. Era un proceso activo de descubrir qué lo hacía él. Se tratab
Aunque el caso había llegado a su fin, la verdadera batalla para Victor había solo comenzado. La ciudad de Nueva York ya había comenzado a olvidar al asesino, pero para él, el rostro del hombre que había capturado no era más que un reflejo distorsionado de sí mismo. La verdad era que el monstruo nunca se había ido. Había estado allí, dentro de él, todo el tiempo.Los primeros días después de la captura fueron oscuros. Victor no podía evitar sentir una profunda sensación de vacío, como si el acto de encarcelar a su otra personalidad no hubiera traído la paz que había esperado. La policía había hecho su trabajo, Elena lo había apoyado incondicionalmente, pero en su interior, la lucha continuaba.Fue Elena quien lo animó a buscar ayuda profesional. "No puedes cargar con todo esto solo," le había dicho una noche, mientras se sentaba frente a él con una taza de café en las manos. "Hay un camino hacia la sanación, pero tienes que recorrerlo."Victor había estado renuente al principio, temie
Las semanas siguientes fueron una mezcla de confusión y claridad para Victor. El caso seguía avanzando, pero él ya no era el mismo hombre que había comenzado la investigación. Había enfrentado sus propios miedos, las voces y las sombras, y aunque no las había vencido por completo, había aprendido a reconocerlas y no dejar que lo controlaran.Elena había sido su ancla en todo este tiempo. Había estado a su lado cuando las cosas parecían fuera de control, pero también había respetado su necesidad de procesar todo lo que estaba sucediendo en su mente. Juntos, habían seguido el rastro del asesino, cada pista más inquietante que la anterior.La última víctima había sido encontrada en un apartamento abandonado en las afueras de la ciudad, con la misma marca en el cuello. Pero algo era diferente esta vez. Había una carta más, pero esta no estaba dirigida a Victor, sino al asesino mismo."Sé quién eres. Y ahora, yo tengo el control."Victor sintió un nudo en el estómago al leer las palabras.
Último capítulo