También fue idea de Luciana. Como si tuviera en la mano el libreto del destino.
Juan también estaba al tanto y chasqueó la lengua, maravillado.
—Ale, lo de Luciana es de locos… ¿cómo pudo adivinarlo?
Alejandro alzó las cejas, con un dejo de orgullo.
—Tranquilo.
Juan miró a su hermano menor:
—Antes de que despertaras, Luciana ya mandó buscar a Domingo.
Ahora solo quedaba esperar a que Domingo cayera en la trampa, confesara y se hiciera justicia, para limpiar el nombre de Alejandro.
Alejandro, sin embargo, frunció el ceño. ¿Con qué cabeza había hecho Domingo algo así? ¿Y Daniel conocía la verdad?
***
De vuelta en el anexo.
Luciana estaba sentada junto a la ventana; sobre la mesa había una casita de jengibre. Al oír la puerta, alzó la vista.
—¿Ya volviste? Kevin me la trajo en la tarde. La acabo de abrir y todavía no la armo. Perfecto: hagámosla juntos.
—Va —sonrió Alejandro, se sentó frente a ella y empezó a sacar todo—. Hace años que no armo una. La última fue cuando estudiaba afuera; m