Luciana tomó a Martina del brazo y, en silencio, se apartaron.
—¿Qué pasa? —Martina no entendía.
—¿Tú qué crees? —Luci negó con una sonrisa cansada—. Seamos discretas. No los interrumpamos.
—¿Ellos dos…? —Martina abrió los ojos—. ¿De verdad ya están juntos?
—No lo sé —Luci negó—. No tengo confirmación. Pero parece que podría darse.
—¿Y tú?
—¿Yo qué? —Luci sonrió con amargura—. Mi situación la conoces mejor que nadie.
—Aun así —dijo Martina—, ustedes viven entre idas y vueltas. Pensé que, después de tanto, iban a terminar juntos.
—Lo dijiste tú misma: vamos y venimos —suspiró Luci—. Tal vez está escrito que no podemos estar juntos. Si fuera a ser, habría sido hace tiempo.
—Marti.
Del otro lado, Salvador se acercó a buscarla.
—¿Qué quieres ahora? —frunció el ceño, fastidiada—. Estoy hablando con Luci.
—Perdón —Salvador le sonrió a Luciana, en disculpa—. Es hora de tu medicina. ¿Ya te sientes mejor del estómago? ¿Del todo?
—No —admitió.
Esa mañana había tomado apenas media taza de sopita