Luciana se acercó en puntas y le tocó el hombro.
—Fer.
—¿Mm? —Fernando frunció el ceño, abrió los ojos y, al verla, buscó las gafas para ponérselas—. ¿Volviste? ¿Ya quedó todo por allá con don Miguel?
—Por ahora no hay nada urgente —Luciana señaló el escritorio—. ¿Por qué no te fuiste a la habitación? Dormirte aquí te va a hacer mal.
—Me puse a trabajar y se me fue —sonrió, empezando a ordenar los papeles.
—Fer —Luciana apretó los labios, midiendo las palabras—, tu mamá dice que no has dormido bien. ¿No puedes conciliar el sueño?
—¿Mi mamá te dijo eso? —Fernando se quedó un segundo sorprendido y luego sonrió—. No es así; es que he estado muy ocupado.
Luciana no le creyó.
—De verdad —tomó la carpeta que estaba bajo los libros—. Todo esto me lo pasó Dante Torres. Está desesperado porque arranque. Pero llevo años sin entrar de lleno; me preocupa meter la pata. Necesito entender bien cómo viene ahora el mercado, ¿no?
Lo suyo era técnico, y Luciana no dominaba esos detalles.
—Tu mamá tambié