—Bien. Muy bien —Miguel escuchó el plan y no dejó de asentir.
En tan poco tiempo, que Alejandro hubiera trazado esa salida ya era muchísimo. Con eso, aun si él faltaba más adelante, podría irse en paz.
Se incorporó apoyándose en el bastón.
—A ver, Ale, cada uno por su lado…
—Abuelo —Alejandro se levantó de golpe para sostenerlo—. No diga eso ni jugando.
—¿Jugando? —Miguel sonrió de medio lado—. ¿Te parezco en broma? Si cargas todo tú solo, te vas a reventar.
Los Guzmán no eran como los Morán, con clanes enteros detrás. En la casa quedaba solo él. Y aunque Alejandro tenía aliados, en momentos así nadie podía hablar en nombre de la familia. En ese minuto, el único que podía ponerse a su lado era ese viejo cuerpo que todavía se negaba a rendirse.
Alejandro se quedó sin palabras. No podía refutarlo. Solo le dolía. Sabía que cada frase era verdad.
—Vamos —Miguel soltó un suspiro—. Puedo ayudarte más moviéndome que tirado en esa cama.
“Igual estoy esperando la muerte… pues que sirva para alg