Entró Felipe.
—Felipe —Luciana se puso de pie para saludar.
—Luci. —Él asintió; traía prisa—. Don Miguel, del lado de Daniel hay respaldo de Hells Angels.
—¿Hells Angels? —Miguel entrecerró los ojos, comprendiendo—. Ah, la Banda H. Con razón…
Soltó una risa fría. Daniel se había “hecho de contactos” en Canadá; de ahí que pudiera azuzar a los empleados con una jugada de “mato ocho y me hiero diez”. Y él creerá que, si tumba Grupo Guzmán, luego podrá zafarse cuando le toque pagarle a la Banda H… ¿En serio piensa que lo dejarán irse tan campante?
De todos modos, ese no era un problema que Miguel estuviera obligado a resolver. Para él, su hijo hacía mucho que estaba muerto. Si Daniel quería buscar su propia caída, era su karma.
—Listo —Miguel miró a la cuidadora—. Ya estuvo bueno el remojo.
—Sí, don Miguel.
La cuidadora trajo una toalla seca, le enjugó con cuidado los pies hinchados y los acomodó sobre sus piernas para masajearle, como cada día.
—No hace falta —Miguel negó con la mano—. Ho