Él había protegido a esa niña con su propia vida… y aún no la había visto con sus propios ojos.
A Fernando se le encendieron los ojos con la invitación, pero la cautela lo frenó.
—No. Otro día.
Le asustaba emocionarse y despertarla, o, peor, asustarla. Su primera vez con Alba no debía ser a la carrera.
—Está bien —Luciana sonrió con resignación—. Entonces entro…
Justo entonces, el portón se abrió desde adentro. Una figurita regordeta salió disparada y se abrazó a sus piernas.
—¡Mamá! ¡Mamá ya llegó!
—Alba…
Luciana bajó la vista hacia su hija y, como un resorte, giró para mirar a Fernando.
Él se quedó clavado en el sitio, los labios entreabiertos. La noche no dejaba ver el color de su cara, pero la tensión se le notaba.
Nadie habría imaginado que el primer encuentro sería así, de golpe.
Alba alzó la cara sin soltar a su mamá y miró a Fernando.
—¡Guau…! —soltó, para acto seguido esconderse un poquito detrás de Luciana.
Fernando se quedó en blanco.
“¿Se está escondiendo de mí? ¿Le doy mie