Al reconocerla, la quietud de sus ojos se quebró en un segundo; abrió la boca con esfuerzo, intentando hablar.
—Fer.
Luciana dio un par de pasos rápidos y llegó hasta la cama.
Fernando intentó levantar la mano con todas sus fuerzas, pero todavía no pudo; frunció el ceño, frustrado.
Luciana comprendía cada uno de sus pensamientos.
Apretó con suavidad su mano, lo miró y la voz se le quebró.
—Dormiste demasiado tiempo; no te apures, ve despacio…
Tras tres años de coma, Fernando apenas había despertado; en muchos sentidos era como un recién nacido.
Tenía que reaprender a hablar y a moverse desde cero.
Él había sido un joven brillante, y por culpa de ella, había pasado por todo aquello…
La culpa que Luciana cargaba resultaba imposible de describir con palabras.
Solo alcanzó a balbucear: —Todo se arreglará, de verdad.
Fernando la miró fijamente; quizá no entendía, pero siguió esforzándose por alzar la mano.
—¿Qué pasa?
Adivinando su intención, Luciana lo ayudó a levantarla.
—¿Qué quieres hac