Al escucharla, Luciana soltó un suspiro de alivio.
—Ay… —suspiró Victoria, la tomó de la mano y le dio unas palmadas—. Fue yo quien no pensó en todo; solo estaba considerando a Fernando.
—Tía, perdón.
—No lo digas así; la que debe disculparse soy yo.
Ya más calmada, Victoria añadió: —De ahora en adelante ustedes tres serán una familia. No es justo cargarle a Alba la responsabilidad de aceptar a Fernando de golpe. Hay que ir paso a paso, darle tiempo.
Sonrió y agregó: —Yo también soy mamá, lo entiendo; para una madre, su hija lo es todo.
Luciana no supo qué contestar; apenas curvó los labios y asintió. —…Sí.
—Entonces, ¿cuándo piensas mudarte?
Victoria cambió de tema al instante: —¿Ya limpiaron la villa Herrera? Lleva años vacía; quizá haya que arreglar algo. Si quieres le aviso a Diego para que…
—No hace falta.
Luciana se apresuró a detenerla: —Tía, ya está todo limpio. En un par de días me mudaré.
—Ya veo.
Victoria sonrió satisfecha: —Me alegra. No seas tímida conmigo; si necesitas ay