Apenas un instante más y los ojitos de Alba ya se llenaban de lágrimas.
—¿De verdad discuten? —solloza, a punto de romper en llanto.
—¡No! —Alejandro suelta a Luciana, se pone de cuclillas y abraza a la pequeña—. Mamá y yo solo hablábamos un poquito fuerte. ¿Te desperté? Perdón, mi cielo.
—¿En serio? —pregunta Alba, escrutando la cara de Luciana.
—En serio, no peleamos —confirma ella con una sonrisa suave.
Recibida la misma respuesta de ambos, la niña suspira aliviada.
—Entonces deben quererse mucho, ¿sí?
Los adultos se quedan mudos: ¿de dónde saca semejantes frases? Patricia y Elena, por supuesto, han estado enseñándole.
Alba toma la mano de Alejandro y luego la de Luciana, juntándolas con solemnidad.
—Si mamá y tío se quieren, ¡Alba será la bebé más feliz del mundo!
—Claro que sí —asiente Alejandro, riendo—. Yo me voy a asegurar de eso.
—¡Bien! —aplaude la niña y fija sus ojitos en la madre—. ¿Y tú, mami?
Alejandro le lanza una mirada de súplica; Luciana cede con un suspiro.
—Está bi