Le alzó el pulgar en señal de admiración.
—Solo fueron estudios, nada del otro mundo.
—¡Ay, mira la hora! —Antonia comprobó su reloj—. No puedo retrasarme: Mario me puso geolocalización y si no llego puntual a la academia, le habla al profe.
Se echó a correr hacia el ascensor; cada par de pasos se volvía:
—¡Doctora, quedamos en vernos! ¡Te invito a comer… con el dinero de Mario!
—Hecho —respondió Luciana, riendo. Era evidente lo unida que estaba esa chica a su antiguo residente.
***
Tras finalizar las dos operaciones regresó al servicio; casi eran las cinco. Revisó el celular: mensaje de Alejandro.
“Alba ya está en Casa Guzmán. Voy en camino al hospital.”
Dejó el teléfono y se secó el cabello con una toalla: acababa de darse una ducha rápida en quirófano y aún goteaba.
—Doctora Herrera —tocó una enfermera en la puerta—. Hay una amiga suya afuera, ¿la dejo pasar?
“¿Amiga?” Luciana pensó en Alejandro: había llegado rápido.
—Claro, gracias.
Abrió la puerta… y efectivamente era Alejandro.