—Exacto —asintió—. El trámite está aprobado: ya eres ciudadana legal de Muonio.
¡Al fin! Luciana sintió cómo se le soltaba el pecho después de tanta espera.
—Mañana ve con Simón a sacar tu nueva credencial. De la herencia se encargará Nathan. —Se inclinó para besarle la mejilla—. ¿Contenta?
—Mucho, claro.
Por fin podría moverse sin miedo ni “encierro” doméstico.
Alejandro aspiró el aroma de su cuello:
—¿Te bañaste ya? Mmm… hueles delicioso.
A Luciana se le erizó la piel.
—No te pongas tensa —susurró él—. Hace mucho que… estaré suave, lo prometo.
Aun así ella seguía rígida.
Entonces él la besó y, justo cuando sus labios se sellaban…
¡Bum!
—¡Alba, no entres! —gritó Elena detrás.
La puerta, sin llave, se abrió de golpe y Alba irrumpió; Elena llegó tarde para detenerla.
Luciana se apartó, retocándose el cabello para recobrar compostura. Alejandro chasqueó la lengua: adiós momento íntimo.
Elena, sudando:
—Disculpe, señor Guzmán; Alba insistía en ver a su mamá y no pude…
La niña miró a su ma